Opinión

La vida en A Ponte hasta 1960

Mi vida estuvo marcada por algo extraño y lamentable que me ocurrió en 1983 y que me da mucha pena recordarlo, aunque, con evidente dificultad, no me impidió continuar mi vida laboral hasta bastantes años después. En ese momento, aparte de poder escribir luego los primeros 50 años de la vida del inexplicablemente desaparecido CD Ourense, pude contar mi otra debilidad, “La vida en A Ponte hasta 1960”. Aparecida esta historia, muchos me animaron a que siguiera. “No -decía-, aquel Puente entrañable dejó de serlo, después ya se convirtió en un barrio de Ourense”.

Tuve la enorme satisfacción cuando surgió el acto de presentación en el salón de actos de la casa parroquial de contar con la presencia y presidencia de dos excelentes amigos, del entonces alcalde –el luego super-sufrido Paco Rodriguez- y de José Luis Baltar, que me había sugerido este tema. Lo editó la Diputación, y su presidente quiso que los presentes en aquel acto volvieran a casa con el libro y se repartieron doscientos cincuenta. En librerías, afortunadamente, muchos ejemplares se vendieron luego. Pero, agotados, se le dan vueltas a una posible nueva edición. 

Dos detalles. Cuando en 1953 me encargué por primera vez de la confección del libro-programa de las fiestas de aquel año, el pontino Telmo publicaba en él un artículo, “No le llaméis al Puente barrio”, porque lo consideraba despreciativo; y ahora aparece en el libro sólo en el titular “A Ponte”. Porque para muchos de aquella ya bien lejana época, o es Puente o Puente Canedo, lo de “A Ponte” aún nos suena raro.

No, no hubo fotos profesionales de recuerdo. Y las que existen fueron tomadas por una de mis hijas. Las metí en el ordenador y les perdí la pista. Como sigo siendo un aprendiz informático, casualmente las encuentro ahora y me llevo una extraña y muy desagradable sorpresa: en los nueve años que pasaron, hay que ver el buen número de amigos de aquellos tiempos que han desaparecido. Evidentemente, somos mayores.

En cierto modo, estos relatos semanales que sirven ahora para rellenar un folio con recuerdos, tienen bastante que ver con el contenido del libro. Que, insisto, surgió cuando en un homenaje a uno de los luego desaparecidos, nuestro querido Rogelio Rodríguez -O Cura da Corbata- y su hermano Tito , a José Luis Baltar le llamaron la atención las anécdotas que surgían sobre personajes y vivencias marcadamente humanas que se contaban relacionadas con aquellos tiempos. Precisamente, en aquel lugar del homenaje: porque allí mismo, en la Adega de Emilio en la avenida Das Caldas, a su llegada también de Tiedra (Valladolid), se establecieron mis abuelos maternos con su posada, almacenes y cuadras para las caballerías y carros en que viajaban los castellanos que venían a vender, a trabajar en estas tierras. Los Sobrino.

Pues eso. Que cualquier día os cuento aquella hasta romántica historia.

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