Opinión

¡Un ramo de flores para doña Carmen Polo!

Tal como os lo cuento. Sucedió el 22 de septiembre de 1952. Llegaba a la Estación Orense-Empalme nada más y nada menos que Su Excelencia. Don Francisco Franco Bahamonde se disponía a inaugurar la nueva estación de ferrocarril. Y llegaba, claro, en tren. Orense en masa había acudido al lugar y prorrumpió en los clásicos ¡Franco, Franco! Entonados de manera emocionada. Pero, ¡oh, desgracia! Un error imperdonable sucedía en ese momento, que asustó, sobresalto a don Eduardo Valencia, alcalde de Orense, acompañado de José Luis Albert, el gobernador civil.

Pues resulta que nada más bajar el Generalísimo, lo hicieron los destacados acompañantes y, por la misma escalerilla, surgió la figura de una elegante dama y el señor alcalde entendió que era doña Carmen Polo. Pero no era la esposa del jefe del Estado, era la del ministro de Obras Públicas. Cuando le aclararon semejante error, el alcalde casi se desmaya. “¡Venga rápido, que alguien vaya a buscar a la floristería más cercana otro espectacular ramo de flores!”.

La suerte que tuvo la primera autoridad municipal es que allí estaba Eladito Diz Ojea, que a sus 18 años conocía de sobra cómo había que resolverlo. Había acudido como ayudante de don Jesús Pousa que iba a bendecir la gran obra: “No se preocupe, don Eduardo, que enseguida me llego a Orense, con la Policía Municipal, y le traigo dos, ¡otro para Carmencita!” “¡No, no, al Puente, lo más cerca posible!”. “¡Pero señor alcalde, es que aquí no hay floristerías!”.

Total, que a toda pastilla partió uno de los coches de la Policía Municipal, con Eladito, a buscar los ramos de flores. Mucho le gustaba al chaval contar su gesta. “¡Pronto, pronto, prepare dos ramos de flores, uno más grande que el otro, y pasen la factura al Ayuntamiento, cueste lo que cueste!”. La florista creyó que el chaval le tomaba el pelo. “¿Pero no ve que vengo con la Policía Municipal? ¡Cueste lo que cueste, pero rápido!”. Y ante tanta energía, el personal se puso manos a la obra.

Cuando Eladito llegó todo ancho a la Estación, sintió una satisfacción que no olvidaría en todos los muchos años que vivió. “¡Gracias, chaval, no te olvidaré nunca!”, soltó el señor Valencia esperando el momento oportuno para hacerle llegar a madre e hija aquel detalle floral. Los actos continuaron ya con normalidad, y Franco y los suyos continuarían viaje hacia Madrid. Pero por carretera, ya que aún no habían rematado las obras entre Orense y Puebla de Sanabria.

Exactamente un año después, el mismo 22 de septiembre, volvía Franco y su comitiva a Orense, finalizadas las vacaciones en el Pazo de Meirás. Ahora a inaugurar el Seminario Mayor. Pasaría mas veces, pero saludando desde el coche ante los orensanos que le esperaban desde mucho tiempo antes... y aplaudían felices.

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