Opinión

El sentimiento y orgullo pontinos

El Puente Canedo fue siempre algo muy especial. Pero en aquellos tiempos, antes y después de la Guerra Civil. Después, de los años sesenta en adelante, empezó a ser otra cosa, paso a paso convirtiéndose en una zona de Ourense. Atrás quedaba aquel Ayuntamiento independiente, con su estación de ferrocarril y sus potentes almacenes de alimentación, para convertirse en una zona más de la ciudad.

Siempre había tenido un puñado de pontinos destacados, con personalidad y sentimientos propios, donde, por encima de todo, estaba el cariño y afecto a su zona. Personajes que tenían su propia empresa, su propio negocio, pero en cada uno de ellos había un sentimiento, dedicación y protección  a esa margen derecha del Miño. Y no era por casualidad, era algo innato. Gentes, personajes que se colocaban por delante de la vida pontina, en la dirección de sociedades como la Recreativa o La Troya, y ya, manos a la obra, acudían a las elecciones municipales para ser concejal, pero aparte de velar por la ciudad en general, iban siendo elegidos por El Puente y para El Puente.

Podríamos citar muchos nombres. Basten algunos ejemplos. Ramón Vázquez, “Tabaco”; Ignacio Pérez González, con su almacén de productos de la tierra y con su socio, Felix López Teijeiro, el hombre de los números; Manuel Domínguez Núñez, con su fábrica de gaseosas; José Antonio Moretón Alonso y su almacén de huevos; Florencio Alvarez González, con sus tostaderos de cafés… Y más.

Ya he señalado varias veces que una cosa era el Puente de antes y otra el actual. Perdimos ese tipo de personas, esa manera de pensar, esos grupos de gente identificada con algo tan personal e íntimo de El Puente. Eso, fuimos unos ourensanos más. Se perdía aquel mando, aquella iniciativa netamente pontina. Aquel orgullo personal de algo netamente nuestro. 

Se perdiendo iniciativa, aquella protección a nuestras gentes necesitadas, a todo lo que redundara en beneficio de la zona. Políticamente se pensó en los partidos y, de pronto, empezamos a sentir diferencias entre nosotros, porque, mira por donde, unos éramos de izquierdas o de derechas y no nos habíamos parado a pensarlo. Eramos y ya no éramos los mismos, nos habían cambiado. Y en eso andamos. Sin presumir de lo nuestro y sin estar precisamente orgullosos de lo que había sido.

Y hasta nuestro equipo de fútbol pasó de llamarse Ponte Ourense F.C. a Ourense F.C. Quien nos lo iba a decir… que hasta nos íbamos a diferenciar en eso. En el deporte. Quizá porque nunca se le dio excesiva importancia y así, una zona en la que tanto se hizo por el baloncesto ourensano, nunca tuvo una cancha en debidas condiciones propia y cercana hasta que llegó Oira. Pero ya cogía a nuestra gente joven muy a contramano. Ya no era lo mismo.

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