Opinión

Volvamos al baloncesto pontino

Si vuelvo a insistir en la importancia que en la vida orensana –ourensana, en los últimos tiempos- tuvo la presencia pontina, hay que reconocer que fue vital en ese deporte que en Ourense significó tanto, como el baloncesto. Eran tiempos en que hablar deporte significaba fútbol, y en el Puente marcó fuerza el desconocido baloncesto, que habían traído catalanes que castigó Franco haciéndolos venir a hacer “otra vez la mili aquí” ya que antes la habían hacho en la “zona roja” y no valía.

 Recogieron aquellas primeras muestras ourensanos que compitieron con ellos, como aquellos del Centro de Deportes Galicia de Benito Alonso y luego se enganchaban los pontinos: partían desde salesianos y el Pompeo -campo de deportes del Instituto- y luego se unía la cancha del Hogar Infantil, de las instalaciones del Hospital de A Lonia. Pero lo fuerte aparecería en los años cincuenta, con el cambio de la estación de ferrocarril, dejando en la estación vieja unas instalaciones abandonadas que las aprovechamos los inquietos jóvenes de los años 40/50 para lanzar el baloncesto.

Un deporte nuevo y contagioso. Porque se uniría Valdeorras y, desde luego, Carballiño y Ribadavia, apareciendo luego Verín. ¿Razones? Los equipos partían con cinco o siete jugadores, canchas pequeñas, de tierra dura y en lugares abiertos, lo que facilitaba que a cualquier hora del día surgieran muchachos que empezaban a gustar de colar el balón por los aros. Y que no tenían deporte alguno que practicar. El fútbol necesitaba campos grandes. Y once jugadores. Era incómodo. Estaba el campo Loña y, con los años cincuenta, llegaba el campo del Couto.

En O Barco, el Colegio Dequid. En Ourense, Salesianos. Y el Puente resultaba fundamental. Carballiño, el Parque. Ribadavia, el campo del Castillo. Estaba de moda el baloncesto. Equipos sencillos. El Puente, nada más empezar, en un almacén de mercancías de Renfe sin techo y una fila de espectadores pegados a las paredes. Y equipos de chiquillos de calles pontinas. Poco a poco fueron apareciendo jugadores, equipos de otras zonas de la capital, pero jugando preferentemente en la vieja estación de ferrocarril, donde se improvisaba una nueva cancha, más cómoda, hecha por los que serían los nuevos jugadores. En el estadio del Couto aparecía otra cancha.

Firmas como Calzados Layton, Vinos Rosales, Fundador, Domecq patrocinaban y fueron sumando. El Bosco, el equipo más potente. Sociedades como La Troya, Liceo Recreo… siguieron marcando el camino, mientras jóvenes que no encestábamos gran cosa, formábamos un colegio arbitral. Alguno fuimos a Madrid a tomar parte en un cursillo nacional y nos colocaban en categoría superior y pitábamos fuera de Ourense. Mientras, Benito Alonso era el primer presidente de la Federación Orensana. Todo estaba en marcha. Hasta que en el 62 apareció el Pabellón de los Remedios.

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