Opinión

Currículums por imitación

Lo de Cristina Cifuentes y su curriculum es un sainete salido de madre, pero sin gracia, una mentira a la que día a día le crecen las piernas, donde se pone en entredicho a la propia universidad. 

El ser humano mimetiza lo que ve, y esa es nuestra mayor desgracia. De niños imitamos a nuestros padres, luego a nuestros ídolos, más tarde a nuestros compañeros y amigos. En los ochenta unos jóvenes se imitaban entre ellos hasta el límite, sin saberlo, sin ser conscientes de dónde estaba ese precipicio entre la vida y la muerte; toda una desgracia generacional. Nuestros jóvenes hoy, beben en las calles, no porque les guste la priva, a muchos seguro que no, pero es la imitación la que les lleva a todos a llenar los parques. 

La historia del arte está llena de imitaciones, la más conocida es la Gioconda del Prado que repite con notorias diferencias la más afamada de todas, la del Louvre; pero sin engaño, son versiones salidas todas del mismo taller por alguno de los discípulos de Leonardo. 

Otra cosa menos loable son las falsificaciones, las que tratan de suplantar la identidad del original para suplantarlo. El mercado está lleno de falsificaciones, como esos relojes que dicen ser un Cartier y resultan un melodrama de plástico chino. Hoy se falsifica todo, vinos, licores, ropa, medicamentos; hasta emociones, somos así. Son los tiempos modernos, comparable al Kitsch en el mundo del arte que por oposición empleaban Benjamin o Adorno para definir el de vanguardia. Si el mercado está lleno de falsificaciones, no es por economía, que también, sino por imitación, todos tratamos de simular aquello que no somos. 

La política además de arribistas, por lo que se ve, está llena de falsificadores. Personas enganchadas a la política desde casi púberes, yonkis de un sistema viciado del que no conseguirán desprenderse jamás. Sin tiempo para un estudio académico continuado la política inventa lumbreras por imitación, de manera involuntaria, claro. Le pasó a Moreno Bonilla, que sigue ahí; a Cristina Cifuentes, sin tiempo ya para dimitir; y por lo que se ve a Javier Maroto. Un accidente, claro, por imitación. 

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