Opinión

Estado de coronavirus

El miedo sobrecoge, atenaza. “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”, cojo prestado el título de la canción de Ilegales para tomar aire; “levántate y lucha”, “pero contra qué”, pienso.

El clima se respira raro, en el mejor de los casos se percibe una risa floja, una gracieta mueca entre los dientes para mantener el humor como fondo de esperanza; el resto son escalofríos. Pánico en el supermercado, porque sí, sin responder a otra consideración que no fuera la escenografía del miedo. Lo que hasta hace dos días era permisible, incluso motivo de celebración, hoy es pura desconfianza. Ya no es que nadie se arrime, es que los apartas con la mirada y piensas en cuántos lo han hecho más de la cuenta. 

La gente en el super actúa como poseída, acapara todo lo que puede como quien se aferra a una débil esperanza, que el susto sea breve. Carros cargados de miedo, en forma de geles, lácteos o latas de conserva. El miedo es libre, también absurdo.

Miedo, mucho miedo. La cadena que se rompe, por meses, o quién sabe hasta cuando. Crisis sobre crisis, y hasta el juicio final. Hacía mucho tiempo que lo de la normalidad ya era una sensación extraña, ahora lo cotidiano va a ser un estado de sitio en compañia del silencio. 

Son los momentos difíciles -dicen- los que sacan lo mejor y lo peor de las personas. En la cola del super un sanitario cuenta lo difícil que están siendo estos días, “extenuantes”, con jornadas que sobrepasan las once de la noche, “pero nadie se queja”, dice, con una pizca de orgullo profesional entre la comisura de los labios, “Levántate y lucha. Esta es tu pelea”. Son los sanitarios precisamente los que más van a bregar de entrada, los que se van a enfrentar con el miedo en forma de cuerpos maltrechos, con sus manos y su propia salud en juego. Con los desquites de todas las crisis juntas sobre el sistema.

¿Quién dijo miedo? Mientras el país se paraliza, y algunos se toman la cuarentena como una fiesta a costa del Estado, y les pillan; a muchos les disparan las alarmas en formas de despidos en cadena. Pues eso, miedo.

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