Opinión

Más allá del olvido

En realidad Adolfo Suárez no murió en domingo como dicen, se había muerto ya hacía una eternidad, y con él un poco de nuestra bendita democracia.

Lo mejor de la muerte de un personaje así, no es que se le reasigne para sí la correspondiente esquina de la calle de la historia, sino que repentinamente, los próceres del sistema se pongan de acuerdo en rememorar con nostalgia y admiración ciertos episodios -nunca aclarados del todo- como si les fuera la vida en ello. Y no sólo la casta política, de repente, nos enteramos todos de que la Transición no fue ficción, un episodio más de la televisiva “Cuéntame”, sino que tenía sustento real y con unos protagonistas de carne y hueso. A todos ahora se les llena la boca de adjetivos, de improvisación sobreactuada en pro de un momento histórico complejo y frágil, lleno de conspiradores en el que nos jugamos -sin saberlo- todo a una carta. Un período denostado que de repente retorna imprescindible; más de un profesor ha señalado que en los planes de estudio, la Transición, se relata en el último suspiro del libro, y eso, en el mejor de los casos. Nadie se acuerda ya que Adolfo Suárez fue un verso libre, el timonel que, armado de intuición y encanto, maniobró por su cuenta el barco de la libertad evitando que zozobrara. En un mar pleno de piratas y tiburones, que no dudaron en arrinconarlo, en amenazarlo con lanzarlo al mar, hasta conseguir sus propósitos, de dimisión y renuncia, aún a riesgo de perderlo todo.

El sistema político que disfrutamos, tiene defectos, muchos, algunos espantan, como el de la legión de arribistas que han hecho de ello oficio interesado; pero lo cierto, es que oteando la terraza del pasado, y a sabiendas de que la presión social de la calle, entonces también, tuvo mucho que ver en las decisiones tomadas, también lo es, que gran parte del sistema heredado no estaba por la labor de ponerlo fácil. Vivir en democracia no lo justifica todo. Uno huye, al calor del finado, de fraseos de urgencia memorizados como malos estudiantes tratando de superar un examen. Es probable que Suárez no fuera el arquitecto único de esta democracia manipulable e injusta, pero puso la base y algún ladrillo.

Te puede interesar