Opinión

abanderado

Fue una presentación “a la americana”. Todo el fondo del escenario “tapizado” con mástiles en alternancia con las banderas de España y de la Unión Europea. Nos estamos refiriendo a la presentación del programa electoral del PSOE personalizado en su secretario general, Pedro Sánchez, a la sazón actual presidente del Gobierno. Sin lugar a dudas que ha sido una puesta en escena muy “a la americana” donde tienen la sana costumbre de exhibir sin reparo alguno su bandera de barras y estrellas.

Y es que esa presentación llevaba implícito un claro mensaje: España ante todo. Pero ¿por qué este mensaje tan “chauvinista y patrio”? Pues es fácil deducir que por mor de los flirteos constantes del dicho partido con los amores independendistas. Claro que cuando los socialistas comparecen en actos de partido en Cataluña, y hay muchos testimonios gráficos al respecto, solo aparece en el escenario una bandera: la señera. Nadie se ocupa ni preocupa de ponerla con la española. ¿Otro mensaje? Pues es más que obvio. En cada territorio se exhibe la enseña que más convenga.

Recordarán que no hace mucho, el mismo Pedro Sánchez intervino en otro acto de partido y en la pantalla de fondo se reproducía a gran tamaño una imagen de la enseña nacional. Es evidente que estaba mandando otro mensaje. Y es que, lo comentamos en otro artículo, el ejercicio del poder tiene su ritual y su simbología y el lenguaje de las banderas de un tiempo a esta parte está integrado en la escena política. Por ejemplo, los independentistas catalanes exhiben por doquier la “estelada”, que por supuesto no es la “señera” o bandera oficial de esa autonomía y, por ende, de un tiempo a esta parte, han convertido el amarillo en un color reivindicativo. Y como contraste, los partidos constitucionalistas hacen gala de la exhibición de la bandera de España. Claro que todavía por estos pagos el mero hecho de enarbolar una enseña nacional enseguida hay quien se apresura a tildar de “facha” a quien lo hace. Algo atávico. Tenemos que evolucionar. Como decíamos antes, en Estados Unidos es impensable organizar un acto sin que aparezca este símbolo y que además se exhibe por doquier, desde viviendas a edificios, clases, instalaciones diversas y no siempre “institucionales”.

A nadie se le puede quitar el orgullo de exhibir la bandera de su país y que además, por mor de la Constitución y de los estatutos de autonomía, convive perfectamente con el resto de las enseñas de estos territorios españoles. Renunciar a estos símbolos es renunciar a nuestra propia idiosincrasia pues es inherente a nuestra condición ciudadana. Lo que no se puede hacer es utilizar estos elementos vexilológicos como instrumento político, pues su valor es neutro y representativo de un sentimiento de patria.

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