Opinión

Convivencia y democracia

No es la primera vez que nuestro monarca, Felipe VI, aprovecha una comparecencia pública para dejar testimonio de la importancia que representa en una sociedad cumplir las leyes, observar las normas y, en consecuencia, vivir de forma armonizada respetando los cauces legales que contempla el sistema que regula una democracia.

Si en el pasado mensaje de Navidad su discurso estaba estructurado en torno a la palabra convivencia, recientemente, en su intervención en la sesión de clausura del World Law Congress aseveró que “Democracia y Estado de Derecho son, por ello, realidades inseparables, pues crean el único espacio en el que puede vivir la libertad y el único marco en que puede desarrollarse la igualdad”. Y luego añadió que “sin democracia, el Derecho no sería legítimo; pero sin Derecho la democracia no sería ni real ni efectiva” subrayando que sin el respeto a las leyes “no existe ni convivencia ni democracia, sino inseguridad, arbitrariedad y, en definitiva, quiebra de los principios morales y cívicos de la sociedad".

Y abundó nuestro rey: "Frente al totalitarismo, la tiranía y la demagogia, que tanto mal han hecho al mundo en el pasado, hay que proclamar y defender la legitimidad del pluralismo político, social, territorial, religioso o cultural, y fomentar la convivencia y la tolerancia. Convivencia y tolerancia que únicamente pueden darse en el marco de un consenso básico alrededor de unos valores y unos principios comunes".

De eso se trata. De compartir un espacio común respetando sus normas, valores y principios de forma que se evite esa quiebra moral y cívica de la sociedad. En el aludido mensaje navideño, sostenía que la convivencia se basa en “la consideración y en el respeto a las personas, a las ideas y a los derechos de los demás”. Y una convivencia en la que “la superación de los grandes problemas y de las injusticias nunca puede nacer de la división, ni del enfrentamiento, sino del acuerdo y de la unión ante los desafíos y las dificultades”.

Es importante que el jefe del Estado, de vez en cuando, se asome a una palestra pública para impartir esas lecciones de democracia y que implica asumir la peculiaridad de todos los individuos que conforman el mapa social de un país y, en consecuencia, respetarnos mutuamente. Esas son las bases que soportan el devenir en armonía en cualquier sociedad. “Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”, afirmaba el filósofo Jean Jacques Rousseau, y Cicerón sostenía que hay que tratar a nuestros congéneres con moderación y cortesía. Pues apliquemos estos consejos y haremos una sociedad mejor.

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