Opinión

Ejercer la patria potestad

En otros artículos hemos tratado este tema, habida cuenta que se reproduce esporádicamente, como un ciclo: la finísima línea que separa el ejercicio de la educación de los hijos del hecho delictivo. Porque hoy en día ejercer de padres implica estar sometidos al riesgo de acabar ante un juez.
Recientemente se informaba que el Juzgado de lo Penal nº 1 de Almería condenaba a un padres a siete meses de prisión por un delito de malos tratos, por darle unas bofetadas a su hija de 15 años “por no acatar la indicación de carácter educativo que le daba”. Además le prohíbe acercarse a la menor a menos de cien metros durante más de un año, con la circunstancia de que el padre tiene la custodia de la joven. Para el juez, el acusado “se había extralimitado y actuó violentamente en su derecho de corrección”.

Este es un caso parecido a otros que también hemos comentado, como aquel padre de Zaragoza al que el fiscal le pedía un año de prisión por haberle propinado a su hija de 16 años una bofetada, al reaccionar ésta de malos modos cuando su progenitor se negó a asumir el pago de la reparación de su móvil. 

Lo del móvil da para mucho, pues otro hijo denunció a su madre por que ésta se lo había quitado. En este caso, el fiscal pedía nueve meses de cárcel -cual tiempo de embarazo- para la denodada madre y menos mal que el magistrado consideró que ésta había obrado correctamente. Y aún recordamos a aquellos padres que fueron detenidos por la Guardia Civil porque éstos habían retenido en casa a su hijo, de 16 años, castigado sin salir. Para la autoridad actuante aquello había sido una “detención ilegal” (la que hicieron los padres con su hijo…).

Así es nuestra España invertebrada que dibujaba Ortega y Gasset -y donde decía que “mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una exquisita mixtura de ambas cosas”-. Una España donde resulta complicado -por no decir también arriesgado- ejercer la patria potestad, pues como te extralimites, acabas en el juzgado. Para ejercer de padres no se exige ninguna carrera, sólo sentido común y cada vez más delicadeza, pero obviando el orden estricto y disciplinario, siempre envuelto en un clima paterno-filial, y mucho menos lo del “cachete educativo” y que antes era más común en generaciones pretéritas.

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