Opinión

La soledad de la sociedad

El reciente Manifiesto de la XVI Semana da Familia hecho público y difundido por el Obispado y como conclusión a esta convocatoria que un año más se ha desarrollado por la diócesis auspiciada por la Delegación Diocesana de la Familia, y que ha propiciado encuentros con distintas familias en diversas parroquias tanto de la ciudad como en villas de la provincia, ha estado dedicado al problema de la creciente soledad que se detecta en nuestra sociedad.

Dicho Manifiesto se elaboró con el lema “Na familia e na parroquia, a soidade queda vencida”. Sus principales conclusiones se fundamentan en superar el activismo y detenerse para estar y disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas; desconectarnos para estar presentes, en cada momento, donde estamos y con quien estamos; reducir nuestro consumo de productos y servicios para compartir lo gratuito y cotidiano; salir de nosotros mismos, como fuente de felicidad y compromiso con la transformación del mundo, y eliminar el miedo a mostrarnos como somos, con nuestras debilidades y fracasos, y desmontar el mito del perfeccionismo y del éxito.

La filosofía que desprende este Manifiesto alude a la cultura de la aparencia, “donde mostramos só o lado gozoso da vida e escondemos o sufrimento”, recoge el mismo y subraya “vencer a tentación do cómodo illamento. Deixar o virtual para vivir no real e no humano”. Y luego añade: “A falta de compromiso nas relacións: relacións superficiais e baseadas nos intereses (de consumo, de pracer, de rendibilidade, de moda) e non no compromiso coa persoa coma un fin último”.

Indudablemente, la Delegación Diocesana de la Familia hace una clara llamada de atención sobre ese problema tangible que padece nuestra sociedad y que es su soledad. La soledad de nuestros mayores; la de “nenos que non teñen irmáns, ou con pais moi ocupados en gañar máis diñeiro para satisfacer un consumo de recursos e servicios de moda”. Constata un aumento de personas que viven solas, o que viviendo en sociedades superhabitadas e hiperconectadas, se sienten solas. Y lo que más dramático, ancianos que viven y mueren solos.

Y apunta como última reflexión ese Manifiesto: “Pero o aspecto máis constatado é o lado oscuro, triste, angustioso e destructivo da soidade. A soidade vivida como illamento, cadea e prisión”. De ahí la necesidad de hacer una sociedad más permeable hacia los problemas que laten en ella y mucho más solidaria, para lo cual el papel de la familia es algo fundamental y de ahí el lema “en la familia y en la parroquia, la soledad queda vencida”.

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