Opinión

Las colas del "súper"

Hay espacios públicos donde queda de relieve el grado de sociabilidad y uno de ellos es cuando tenemos que formar parte como integrantes de una fila o una cola… No es la primera vez que hacemos referencia a este tema tan cotidiano.

En otra ocasión ya comentábamos que la cola- o fila, como prefieran- es un espacio de convivencia social donde se ponen de manifiesto nuestros modales y por ello, es necesario saber comportase con corrección y otras veces incluso con delicadeza o sensibilidad, según sea las características de esa cola, como por ejemplo, sucede en centros sanitarios. Básicamente y fundamentalmente, porque hay que respetar el orden y en consecuencia, se respeta a los demás.

Pues bien, uno de esos espacios donde la fila requiere un escrupuloso orden es en el supermercado. En algunos centros están perfectamente definidas estas colas y el consumidor tiene claro cómo funcionan y el orden, pero hay otros, siempre aquellos de menor envergadura, donde si no está debidamente especificado mediante rótulos, surge la confusión acerca de quien tiene preferencia y es cuando surgen las discrepancias que, en ocasiones, incluso, suscitan desagradables escenas, pues no todo el mundo hace gala de la mesura en estas situaciones y todos quieren ser atendidos con prontitud.

Luego hay quienes no tienen reparo a la hora de  utilizar artimañas para procurarse un hueco en la fila, lo que vulgarmente se conoce precisamente como “colarse” (colarse en la cola, en este caso, claro). Estas personas ponen de manifiesto no sólo una actitud insolidaria, sino una falta de compostura y de educación. Hay que respetar el orden y en consecuencia, se respeta a los demás, eso sí, empezando por el respeto a uno mismo. Y es que algo que parece tan sencillo, como estar en esa fila, no deja de ser un ejercicio de sociabilidad.

Se trata de un espacio de convivencia social donde se ponen de relieve nuestros modales. Hay que tener educación… paciencia obviamente, porque a veces esa fila no discurre con la celeridad que hubiéramos deseado y más aún cuando en la bolsa de la compra llevamos productos congelados y en especial, muy propios de esta época, cuando se trata de helados. Mientras desesperamos por llegar a la caja, por nuestra mente se va diluyendo el helado derretido. Aunque aquí de lo que se trata es que no se derrita nuestra educación.

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