Opinión

Los chismes

Si nos atenemos a la explicación pura y dura que contiene nuestro Diccionario de la Real Academia, “chisme” se define, coloquialmente, como “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”. Contextualizando esta materia, hasta incluso podríamos considerar que muchas “fake news” o también en roman paladino “noticias falsas”, que suelen circular en redes sociales, no dejan de ser “chismes” aunque vertidos en una aldea global de la comunicación.

Pues bien, hasta qué punto los chismes forman parte de nuestro paisaje social, que el propio papa Francisco se ha referido a ellos y lo hizo en una reciente audiencia privada a los peluqueros de las diferentes agrupaciones en Italia dedicadas a San Martín de Porres, patrón de este oficio y a quienes se dirigió específicamente para pedirles que eviten los cotilleos, algo que en otras ocasiones ha definido como un grave pecado.

Esta no ha sido la primera ocasión donde el pontífice muestra su contundente oposición a los cotilleos. En una audiencia general celebrada en noviembre pasado, manifestó que los cotilleos “son una forma de terrorismo” y advertía que “chismorrear contando mentiras es un grave pecado”, subrayando que “los chismosos son terroristas porque con sus lenguas lanzan una bomba y luego se van tan tranquilos, y la bomba que lanzan destruye su reputación en todas partes”. Y al mismo tiempo expresaba sus críticas hacia la proliferación de noticias falsas que pululan en la sociedad actual.

Reconocía el papa que esto “es algo que suele suceder en el interior de las peluquerías” y arengó a los profesionales allí reu-

nidos para “ejercitar vuestra profesión con estilo cristiano, tratando a los clientes con gentileza y cortesía, y ofreciendo siempre una palabra buena y de ánimos, evitando ceder a la tentación del chismorreo que fácilmente se insinúa también en vuestro contexto laboral” y les animó a actuar con rectitud y contribuir así positivamente a la sociedad.

Pues seguro que estas palabras del pontífice no han sido asumidas positivamente por igual en este colectivo, dado que a nadie le gusta que se le etiquete como alguien que se dedique a “chismear” –expresión en desuso-, o lo que es lo mismo, que en su puesto de trabajo se dedique a hablar con indiscreción o malicia de alguien o de sus asuntos. Es como si se le colgase un “sambenito”, por mucho que en este caso, su patrono sea San Martín de Porres.

Socialmente, no está admitido que una persona cultive “el arte del chisme”, pues va en detrimento de su credibilidad y, sobre todo, de su honorabilidad.

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