Opinión

Puesta en escena

No es la primera vez que aludimos a la obra de Georges Balandier “El poder en escenas” para referirnos a la tramoya y al aparato de pompa e imagen que despliegan las instituciones públicas para consolidar la proyección de su poder. “Tras cualesquiera de las disposiciones que pueda adoptar la sociedad y la organización de los poderes encontraremos siempre presente, gobernando entre bastidores, a la ‘teatrocracia’. Es ella la que regula la vida cotidiana de los humanos viviendo en colectividad: el régimen permanente que se impone a la diversidad de los regímenes políticos revocables y sucesivos”. Así empieza dicho sociólogo francés su citado libro.

Incluso parafrasea a Shakespeare cuando dice que “el mundo entero es un escenario”, subrayando que se trata de la puesta en escena de un juego “que muestra los juegos que hacen y deshacen la sociedad; una sociología que no procede por enunciación, sino por demostración mediante el drama” y agrega que “todo sistema de poder es un dispositivo destinado a producir efectos, entre ellos los comparables a las ilusiones que suscita la tramoya teatral”. Y alude a Maquiavelo cuando en su imaginería identificaba al príncipe con el demiurgo: “El príncipe debe comportarse como un actor político si quiere conquistar y conservar el poder. Su imagen, las apariencias que provoca, pueden entonces corresponder a lo que sus súbditos desean hallar en él”.

Con este preámbulo queremos significar la puesta en escena a la que asistimos con motivo del reciente encuentro entre el “presidente catalán” -al margen de interpretaciones respecto a la vigencia de su cargo-, Quim Torra y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y que se celebró en el Palau de la Generalitat. El jefe del Ejecutivo del Estado español fue recibido con una formación de gala de los Mossos d'Esquadra y alfombra roja. Y menos mal que en dicho encuentro tuvimos la oportunidad de ver las dos banderas juntas, la de España y la de Cataluña, estampa inusual, pues en este mismo espacio institucional del Gobierno catalán es frecuente que comparezcan sus presidentes sólo con una enseña, la “senyera” y a veces acompañada por la europea, pero la española siempre queda metida en un cajón.

La política, efectivamente, es una constante puesta en escena. Un teatro permanente donde se representan dramas, sainetes, comedias, entremeses, farsas, tragicomedias, autos sacramentales, óperas bufas… Lo que pasa es que, tal como opinaba el dramaturgo Oscar Wilde: “La tierra es un teatro, pero tiene un reparto deplorable”. Una buena obra puede ser destrozada por unos mediocres actores. Y eso es lo que sucede con la política donde, como decía Groucho Marx: “La política no hace extraños compañeros de cama. El matrimonio sí”. Y a veces el ejercicio de la política termina en una “cohabitación” –ahora mismo en este país tenemos una coalición en el poder ejecutivo- y aquella palabra para la RAE significa indistintamente “hacer vida marital” y “dicho especialmente de partidos políticos, o miembros de ellos: coexistir en el poder”.

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