Opinión

Reincidencia protocolaria

Pues nada. Por más que lo critiquemos, algunos políticos reinciden y reiteran comportamientos en las ceremonias de toma de posesión de los cargos a los que acceden -eso sí, por voluntad popular, que quede claro para disipar cualquier duda respecto a su honorabilidad institucional-. Ya saben que la jura o promesa de un cargo se acoge, por lo menos eso venía siendo hasta nuestros días, al Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se determina la fórmula de juramento o promesa para la toma de posesión de cargos o funciones públicas y que contiene un texto para que quien accede a esa función proceda a su lectura… Pues bien, de un tiempo a esta parte se han impuesto las modas o innovaciones que nada tienen que ver con lo prescrito y por eso, algunos representantes políticos trufan dicha fórmula añadiendo aquello que en ese momento les apetece soltar y que entienden responde a su filosofía política, marca de la casa, de la suya, claro.

Y por eso, en la reciente “ceremonia” -que lo es como tal- de toma de posesión de los diputados del nuevo Parlamento de Andalucía, se han vuelto a reproducir estos “latiguillos procedimentales”. Aunque la mayoría han jurado o prometido el cargo siguiendo las pautas y, por lo tanto, la tradición, hubo quienes apostillaron. Por ejemplo, los doce diputados de Vox agregaron “por España”. Bueno, un parlamentario popular puso su granito de arena y lo hizo “por Andalucía, España y la Constitución”. Con lo fácil que es ceñirse al texto institucional...

Para rizar el rizo, los “podemitas”, por eso de seguir en su senda antisistema, además de aludir a los derechos humanos, la igualdad o la autonomía andaluza, se tomaron la licencia de recordar a un fallecido muerto por disparos durante una manifestación por la autonomía andaluza en 1977 en Málaga. Otros lo hicieron prometiendo trabajar "por el uso social de la tierra", "por imperativo legal" o para defender a todas las personas "vengan de donde vengan". Su portavoz o portavoza como les gusta, que fue más allá y prometió "defender a las personas más débiles de esta tierra de la cobardía, del racismo, de la xenofobia, de la transfobia, de la homofobia y del machismo"… Sin más matices.

Y la recién estrenada nueva presidenta de la Cámara autonómica andaluza se dirigió a todos los nuevos diputados pidiéndoles "lealtad institucional sobre el fragor de la batalla política y el entendimiento sobre la lógica discrepancia". Confiemos en que sus palabras no caigan en baldío, aunque es una obviedad que se le pida a un representante público tal lealtad institucional, cuando lo que está obligado a hacer es cumplir con sus obligaciones emanadas de la Constitución española y, en este caso, del propio Estatuto de Autonomía. No asumir esto es ir en contra de los principios básicos de la vida política.

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