Opinión

Valores cívicos y éticos

La polémica vuelve a estar servida. Y es que cada vez que un gobierno mete mano en el asunto, de inmediato surgen discrepancias. Nos estamos refiriendo al anuncio que acaba de hacer la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, en cuanto a la implantación de una asignatura obligatoria de Valores cívicos y éticos, dentro de la reforma que se hará de la Lomce y donde además se contempla la eliminación del carácter académico de la asignatura de religión.

De momento, la Comisión Episcopal de Enseñanza advierte de que la asignatura de Religión “perderá valor” si deja de evaluarse (ha sido evaluable desde 1990) y añade que “atenta contra el derecho de los padres –reconocido en la Constitución– que desean que sus hijos reciban formación religiosa y moral de acuerdo a sus convicciones”. Al mismo tiempo, los obispos entienden que “hacer obligatoria para todos los alumnos una asignatura de valores éticos (no meramente cívicos) corre el riesgo de imponer una ética del Estado, o del partido del gobierno”.

Para la ministra, esta nueva asignatura, que tendrá contenidos feministas, estará centrada en el tratamiento y análisis de los derechos humanos y de las virtudes cívico-democráticas, entendiendo que "los valores cívicos y éticos son universales". Entre sus posibles contenidos estarán incluidos los "constitucionales" y serán "patrimonio de todos". O sea, una nueva versión de la polémica Educación para la Ciudadanía que ya el Gobierno del PP también intentó modificar sustituyéndola por "Valores culturales y sociales" en Primaria y "Valores éticos" en la ESO.

Hace cinco años, el Consejo de Estado precisaba que estas asignaturas -al margen de cómo se bauticen- “acaso procedería imponerla como obligatoria en algún momento”, aludiendo a acuerdos del Consejo Europeo y de la Unión Europea tendentes “a velar por el aprendizaje de los valores democráticos con el fin de preparar a las personas para una ciudadanía activa".

Aquí, de lo que se trata es de formar con transparencia y sin manipular ideológicamente al joven al que hay que insuflarle unos valores sociales de manera que se comporte como un ciudadano modélico, respetando las normas de convivencia, y porque la transformación de la enseñanza no depende exclusivamente del sistema, ya que en ella está implicada toda la sociedad, empezando por la familia.

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