Opinión

Manifesto comunista

En nuestro modelo económico, en la producción de bienes o servicios, cuando se genere lucro o riqueza, es usual y necesaria una comisión sobre el capital, o sobre el beneficio (como el que se lleva una agencia inmobiliaria por una venta, o el vendedor de un concesionario de automoción, incluso el IRPF, etc...), pero si este proceder se aplicase sobre la necesidad perentoria del que no tiene opción ni libertad, sujeto a un puesto laboral que se genere “ad hoc”, no para su trabajo si no como subterfugio de explotación encubierta, para la transferencia de su salario público a otra persona, estaríamos hablando de una perversión del trabajo y de la dignidad humana, incompatible con nuestro modelo económico; sería un proceder sin ética en un alarde de extorsión nauseabunda. Al hilo de esto, sorprende la brújula moral o el nivel cognitivo de quienes aceptan esto sin más. 

Del mismo modo que aceptan la falacia de un cómputo general sin atender a la particularidad, del tipo: “mi partido no lo financio por aportaciones de personal de libre designación más que en una proporción de un 15%” , aunque existan casos en los que le pida a varios trabajadores más de un 50% de su salario, y esto sin rendición de cuentas ni sometimiento a fiscalización. Sin embargo, como en un totalitarismo de manual, con un “Doble Pensar Orwelliano” -creer en lo que sabemos que es falso-, en una democracia comunista (oxymoron) donde le debes al amado líder tu vida y existencia, este proceder es aceptado y defendido, sin ética y sin empatía. Pero la realidad es obstinada y lo mesurable es objetivo y resistente a sesgo: imagínense que un trabajador viese recortado de su salario una parte arbitraria correspondiente a lo invertido en su empresa, desde que se fundó hasta su funcionamiento actual. 
¿Repercutimos gastos pasados en trabajadores futuros detrayéndolo del salario marcado por ley? Y también en relación a esto, ¿cómo se entiende que si yo digo ofrecer el mejor servicio, el más competitivo, la empresa que uso para ofrecerlo no es viable y no genera beneficios si no transfiero más de ciento cincuenta mil euros cada año procedentes de fondos públicos destinados a otros fines diferentes al ejecutado? ¿Y qué significa que todas estas decisiones en vez de ser colegiadas se hubiesen tomado de forma unipersonal, sin documentación y contrarias a derecho? ¿Me facturo a mí mismo, de forma ilegal, para conseguir un dinero que mi empresa no sabe producir, pero afirmo que es el mejor servicio posible y ofrecido por la empresa más competitiva y de calidad? 

No entiendo que ciertos “acólitos” no hagan este análisis si no es aplicando un sesgo que les lleva a elegir creer en aquello que les reconforte de acuerdo a prejuicios, filias y fobias –aceptar que han sido engañados bajaría su autoestima- tal y como decía Mark Twain (y describió Orwell): buscamos una explicación alternativa mientras exorcizamos la sensación de engaño. Este proceder del tibio o indolente ante quien tiene necesidad no tiene ninguna explicación ética ni moral, excepto en el seno de una sociedad o educación perversa. De hecho, muchas veces , son los propios cautivos dependientes y sin dignidad quienes vilipendian a quienes osan rebelarse contra una vida de humillación; cuando esta rebeldía nace de quienes no quieren ser ya más la rana que se cuece lentamente en sus jugos hasta perder las fuerzas definitivamente y morir. No obstante, raras son las personas que actúan como héroes -la historia siempre nos enseña que mueren-; las que reciben la ira de quienes se ofenden porque alguien les demuestre el orgullo y dignidad del que ellos carecen. Pero recuperar la autoestima y libertad es más importante que obedecer ciegamente, no en vano un fanático (como los que hay en muchas religiones y partidos) se explica en función de dos variables: fe y conocimiento; mucho del primer factor y muy poco o nada del segundo (se ha reemplazado por creencias). 
Siguiendo con los razonamientos en pequeños pasos, ustedes convendrán conmigo en que uno es dueño o tiene poder sobre algo, cuando es capaz de destruirlo, sea este un bien, un servicio, un 3 coche o un PXOM. Aplicando la Navaja de Ocam esto es palmario, como lo es que una ciudad sin planeamiento está hipotecada, no genera recursos, no se desarrolla ordenadamente si no caóticamente y todos sus habitantes pierden. Pero sin un PXOM sólo ganaría quien amenazase con destruirlo y tuviese capacidad para ello. En relación a esto, nuestro planeamiento se podría haber aprobado en noviembre del 2019, y no se hizo, llega una pandemia o confinamiento, una parálisis institucional en toda regla y, de pronto, la misma persona y sus secuaces afirman que lo pueden aprobar inmediatamente. Es de lo más lógico, coherente y creíble. 

Será mi subconsciente, pero ahora, mientras terminaba el anterior parágrafo, me acordé de Julius Henry Marx (Groucho) cuando decía que es preferible que un amigo te llame hijo de puta a que un hijo de puta te llame amigo. Muchos políticos temen a los honestos por considerarlos inadaptados sociales, pues no encuentran en ellos puntos débiles. Pues bien, en relación a esto, nunca antes me había sentido tan orgulloso del alarde de dignidad, honestidad y ética demostrado por mis “díscolos”, censurados por dictadorzuelos o políticos grandilocuentes, tan narcisos como vanidosos, con Síndrome Dunning Kruger, sin un pelo de listos y más ávidos por ser “alcaldiños” en minoría que por lograr los acuerdos que en “Teoría de juegos” (matemáticas) llamamos decisiones consensuadas. Mis díscolos lúcidos y críticos son coherentes y empáticos; un revulsivo contra quienes, serviles y medrosos, ven el abuso ejercido por el gánster y aplauden. Mis díscolos reaccionarían ante los que humillasen a una mujer víctima de maltrato recordando que, como sucede con los amigos, nunca levantamos barreras contra quienes queremos. Por último quisiera añadir que si en este partido de denominación orensana hubiese la posibilidad de listas abiertas, quizá se hubiera dado otro orden de prelación en el resultado electoral, y tendríamos de número uno a un hostelero de mundo y campechano, lúcido y conciliador, con un criterio y análisis fuera de toda duda, o a un abogado brillante y bueno, de trayectoria y compromiso social tan intachables como envidiables o, por qué no, de mujeres que aun luchando contra un ambiente misógino y soez, trabajaron abnegadas y pacientes, involucradas y comprometidas con sus responsabilidades. Como despedida quiero remarcar que innovar significa cambiar con mejoras, apliquémoslo como sano ejercicio a nuestro proceder y juicio, más allá de las zonas de pánico y zozobra.

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