Opinión

Los niños no tienen la culpa

La crisis migratoria de Ceuta ha servido, entre otras cosas, para que la extrema derecha española saque pecho, arengue a sus huestes y escriba a toda prisa un capítulo más de su novela épica de saldo, que bien podría titular algo así como “la próxima cruzada”. Es normal estar enfadados con el miserable Estado marroquí. Es un país acostumbrado desde hace muchas décadas a tener bajo su bota a la diplomacia española. El constante chantaje a los sucesivos gobiernos españoles es consustancial a la naturaleza misma del Reino de Marruecos. Es un Estado que surge de la descolonización francesa, y muy vinculado siempre a los intereses de París. Es Francia quien nos obliga desde los cincuenta a ceder el Rif y después Ifni. Es Francia quien quiere un Gran Marruecos como garante de su influencia en la zona y como permanente herramienta de presión a España. Ya en los setenta, España cede también la franja de Tarfaya y finalmente, en un acto absolutamente ilegal, el Sáhara Occidental. Ni en el Rif, ni en Ifni, ni en Tarfaya ni en el Sáhara se consultó jamás a la población, y gran parte de ella tenía la ciudadanía española. Poco nos pasa para el karma que arrastramos por la deleznable ejecutoria respecto a nuestras últimas posesiones norteafricanas. Pero los niños no tienen la culpa, y es triste hasta el llanto, y asqueroso hasta la náusea, que la extrema derecha señale, insulte, menosprecie y denigre a los menores. No tiene perdón al hacerlo. Se ve que Vox, reconvertido en el Partido Herodes, no ha tenido bastante con la repulsa generalizada ante su infame publicidad electoral, aquel cartel racista de la abuelista superblanca y del malvado MENA muy moreno. Ahora, como aves de carroña, se lanzan de nuevo sobre los niños. Los llaman “jóvenes en edad militar”, cuando la gran mayoría tiene menos de dieciséis años.

No cabe duda de que la entrada ilegal de un adulto amerita su detención y traslado a la frontera, en cumplimiento de los acuerdos internacionales. Pero esos mismos acuerdos, firmados y ratificados por España y por la Unión Europea, obligan a proteger a los menores. Lo hacen también nuestra constitución y nuestro ordenamiento jurídico, porque somos un país civilizado. Da miedo pensar cómo incumpliría España esas obligaciones si Vox estuviera en el poder. De momento, ya ha retirado el apoyo al gobierno andaluz por acoger a trece menores para contribuir a aliviar la presión de Ceuta. Qué salvajada.

Es normal que los ceutíes hayan abucheado a Sánchez. Están más que hartos de la desidia de Madrid en su defensa. Ceuta y Melilla no son españolas porque así lo quiera España, sino porque así lo quieren sus ciudadanos. Y harían bien sus gobiernos autónomos en exigir las más altas cotas de autogobierno para operar como comunidades autónomas plenas y para dotarse de un marco fiscal que les permitiera actuar en los mercados internacionales compitiendo, por ejemplo, con Gibraltar. Ojalá la crisis reciente haga a los políticos ceutíes y melillenses reflexionar en el sentido de que su mayor seguridad llegará si se convierten en dos Mónacos, en dos imanes de inversiones, en dos emporios financieros que a nadie interese modificar.

Marruecos buscaba bastantes cosas con esta agresión hipócrita, cínica, miserable. Debilitar más aún a Sánchez, exhibir fuerza ante sus valedores en la cuestión saharaui, tratar de impedir un cambio de posición de Washington, etcétera. Pero hay un objetivo del que se habla poco: fortalecer a Vox. A Marruecos le interesa una España polarizada. Le interesa la escalada de la división interna. A Marruecos le viene muy bien ayudar a Vox ahora que las encuestan muestran que ha perdido algo de impulso tras las elecciones madrileñas. Y Vox, cómo no, ha cumplido con lo esperado. Abascal se ha dado su paseo militar por Ceuta y seguro que le habrán tomado los moldes de los pies para hacerle una placa como la que tiene Franco, con sus huellas en lo alto del monte Hacho. No es capaz Abascal de hacerse una imagen moderna y normal, prefiere posar como un espadón, como un salvapatrias propio de otra época o, quizá, de América Latina. Es normal que Vox cargue contra Marruecos y contra Sánchez. Lo que es intolerable, inadmisible, inaceptable, es que cargue contra los niños. Los niños no se pueden devolver sin la absoluta seguridad de que irán a sus hogares. El mensaje vertido en Twitter por Cristina Seguí, una fundadora de Vox (creo que hoy ajena a ese partido) expresa plenamente la brutalidad, el nacionalismo extremo, el racismo y la obsesión sexual de nuestra nueva y rampante ultraderecha. Se ha atrevido a ridiculizar a un joven inmigrante desesperado, abrazado a la asistente social de Cruz Roja que intentaba consolarle mientras su compañero, en parada cardiorrespiratoria, era atendido unos metros más allá. No hay palabras para describir a esta gente tan inhumana, pero que se atreve a proclamarse más representativa de España que todos nosotros. No lo es. De hecho, es lo peor de nuestro país.

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