Opinión

Tamames for president…

Es entendible que Ramón Tamames sea miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ha pasado literalmente por todo el arco parlamentario. Le conocí durante su breve etapa en el CDS suarista y de esto hace más de treinta años, pero su origen era el PCE y su presente es Vox. Carné no habrá tenido en muchos partidos, pero fuste, rango y candidatura sí. Qué dilatada experiencia, sin ejecución jamás de función alguna. Cuánto suena su nombre, empleado en los cenáculos de la política como argumento de autoridad, aunque en realidad nunca ha hecho en política nada digno de mención. La Academia tiene sin duda en él todo un experto de lo más transversal, una flecha del mundo de las ideas que, disparada desde el arco comunista cuando se afilió al PCE (¡hace sesenta y siete años!), sigue imperturbable su camino hacia la derecha sin variar el rumbo. Qué ejemplo de rectitud. Sí, porque la dirección es siempre la misma, no zigzaguea. Cada nueva metamorfosis hacia la derecha le lleva una década o década y media. Ahora ya toca Vox. Tiene casi noventa años y le deseo muchos más, yo que hace unos pocos meses me llevé un chasco cuando en una cena con políticos me referí a él en pretérito indefinido y alguien tuvo que recordarme que vive. Menudo patinazo por mi parte y, lo dicho, larga vida le deseo. Proyectando la curva de su recorrido, será divertido verle pasar, a eso de los cien o ciento cinco años, desde Vox directamente a Falange, cerrando así el círculo del colectivismo totalitario, pero en el otro extremo del espectro. No, lo de espectro no lleva segundas intenciones.

En ejemplar oxímoron, la Academia, además de “Políticas” lleva también en su nombre lo de “Morales”. No cuela, claro. Vano intento, pero comprensible si a quienes va a reunir tan solemne institución es a personajes de evolución tan sorprendente como el que nos ocupa. Y eso que en su caso el largo viaje político no ha sido por transfuguismo ni aprovechamiento ni arribismo ni ventajismo, qué va, sin duda se ha debido a la inquieta curiosidad académica que corresponde a los grandes sabios. Vamos, que es un lujo para la Academia tenerle a bordo, porque hay que ver cuánto conocimiento debe de poseer este hombre sobre los entresijos de la política española. Normal que se lo rife Vox y quien sea, porque, seamos sinceros: ¿Hay acaso en esta piel de toro algún otro intelectual admirado por todos y, por lo tanto, idóneo candidato de consenso a la presidencia del Gobierno? Escarbando, escarbando… no salen más opciones, la verdad. Y más veteranos, seguro que tampoco: publicó sus memorias hace la friolera de diez años. Cuánto se precipitó el próximo presidente del Gobierno. Es seguro que don Ramón, antes incluso de subirse a la tribuna, habrá persuadido ya a la mayor parte de sus señorías, pues a nadie podrían encontrar más digno, más apto, más capaz ni más errante en su aquilatada trayectoria. Del Congreso, derechito a La Moncloa llevado a hombros por los diputados, Carrera de San Jerónimo arriba. Seguro.

Como economista que es, debería saber don Ramón que el número de votos posibles es igual al número de escaños del partido ultra que le presenta al cargo, y que cincuenta y dos de trescientos cincuenta no permiten una moción de censura de las de verdad, sino una de juguete, de pega, de saldo, de mera pose, de inútil pérdida de tiempo, de burda bravuconada de la extrema derecha para tratar de desgastar al Partido Popular. Es de sainete o de ópera bufa que tan provecto caballero se preste a semejante teatrillo, a este juego estéril, a encaramarse al atril de la cámara para chupar cámara de la otra, de la de verdad, de la tele. A tener a toda España un par de días hablando de él. A sermonearnos sobre… ¿sobre qué? Porque si es sobre la ideología de Vox, ¿no tienen algún otro posible candidato más joven y más genuinamente voxero? Y si es sobre su área de conocimiento, más vale no prestarle demasiada atención, porque su visión económica de origen marxista y después arrastrada por los más diversos parajes, sigue siendo de un intervencionismo intragable, incompatible por supuesto con el desarrollo y con las libertades. 

Bueno, a fin de cuentas es normal que eso le guste a Vox. El ex falangista Jorge Buxadé estará encantado con el ex comunista Ramón Tamames, autor de “El socialismo inevitable” y, por lo tanto, candidato de Vox, pues Vox no es otra cosa que socialismo de derechas, como Falange. Tamames y Buxadé son tal para cual en su anticapitalismo y en su desconfianza de la libre acción económica humana. Pero cabe preguntarse cuál es la agenda final de Vox, porque obviamente no es ganar la presidencia, y no puede ser sólo desacreditar al PP como “derechita cobarde”, ni parece que los de Abascal vayan a lograr impulso electoral mediante este engendro de moción que sólo sirve a Sánchez, ¿o piensan presentar después como cabeza de lista a Ramón Tamames? Quizá el fin último sea otro, más parecido al modus operandi de sus ídolos Trump y Bolsonaro: enfangar las instituciones de la democracia liberal. Y eso puede ser política pero no es moral, señores de la Academia.

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