Opinión

La tormenta perfecta de la Comunidad de Madrid

En Alemania existe un equivalente a Podemos, Die Linke (DL), y un equivalente a Vox, Alternative für Deutschland (AfD). Ambos tienen en torno a setenta escaños y representación en los parlamentos territoriales. Pero ninguno de esos dos partidos extremistas forma parte del Gobierno federal, y sólo uno de ellos es parte de la coalición en uno solo de los estados federados. En general, DL y AfD son carne de oposición, y así debe ser: Alemania es un país serio. Es también un país con un pluralismo político asentado desde hace muchas décadas, que facilita coaliciones con fuerzas intermedias como el Partido Liberal (FDP). Y cuando no hay otra opción, la sociedad alemana entiende e incluso demanda una Grosse Koalition de las fuerzas moderadas de centroizquierda y centroderecha para excluir a los extremistas.

Pero, como decía un odioso eslogan turístico de los años sesenta, "Spain is different". Somos el país más refractario al capitalismo de toda Europa, y así nos va. Tenemos muy poca cultura de diversidad política en los parlamentos: es un fenómeno reciente y más aprovechado por los extremistas que por quienes aportan estabilidad. Y aquí las grandes coaliciones no se entienden. De hecho, no se entienden ni las pequeñas. No hay cultura de cogobierno sino de gobiernos monocolores y partidos jerarquizados como cuarteles. Tenemos los vicios de un sistema presidencialista, pero con un sistema proporcional. ¿Qué puede salir mal?

En una democracia madura no sería normal lo que nos pasa, y por eso Europa nos mira con creciente preocupación. Después de Grecia, que tuvo un gobierno monocolor de Syriza (extrema izquierda) apuntalado en ocasiones mediante pactos con la extrema derecha, y después de la coalición "Podemos-Vox" que hubo en Italia, ahora viene España. El primer gran país europeo donde cogobierna la extrema izquierda, con ministros que llevan el carné del PCE, puede ser también a partir de mayo el primero en el que cogobierne la extrema derecha en la región motor de la economía. Este despropósito nos lleva inexorablemente a una tensión civil que puede terminar mal. Esto, en Alemania, no pasa. 

El plan de casi todos los partidos, sobre todo el de Ciudadanos (que lo tiene muy crudo) es simplemente sobrevivir, salir indemnes. Para la izquierda, basta no quedar demasiado mal, porque la Puerta del Sol la saben perdida. Para el PP esa supervivencia pasa por conservar el gobierno a cualquier precio. Sí, cualquiera, incluso al precio extraordinariamente irresponsable de engordar a Vox dándole poder y presupuesto. Pero Vox no tiene un plan de mera supervivencia. Para esta formación política, el 4 de mayo es sólo un hito. Ellos tienen la mirada puesta en La Moncloa, y entrar a cogobernar la Comunidad de Madrid es solamente el penúltimo peldaño. Sus tiempos y sus tempos no son los de los otros partidos, porque, como ha dicho Jorge Buxadé, Vox no es en realidad un partido sino un movimiento. En efecto, aspira a ser una reencarnación democratizada del Movimiento Nacional, y ahora le viene como anillo al dedo la tormenta perfecta que se ha desatado en la región capitalina.

Esa tormenta perfecta nace del comportamiento errático de Ciudadanos, una formación dividida por las alianzas externas, como ya le pasó en su día al CDS, de cuyo amargo final no han aprendido nada. Pero es el Partido Popular quien pone en riesgo la estabilidad y la gobernanza política, no de Madrid, sino de España. Ha optado por succionar Ciudadanos lanzando una OPA hostil para absorberlo. ¿Qué pasa cuando destruyes a aquel con quien habrías de pactar? Ciudadanos movilizaba las posiciones centristas y arañaba por ese lado algo de voto al centroizquierda. Su eliminación polariza el escenario y sólo cabrán dos gobiernos: uno prácticamente imposible de Gabilondo con la extrema izquierda y otro, el más probable, de Díaz Ayuso con la extrema derecha dentro. Si no le da a Vox lo que pida y Abascal se ve fuerte, provocará la repetición electoral en Madrid para seguir desgastando al PP. Pero darle poder en Madrid es un inmenso error, porque será un anticipo de lo que sucederá después en el gobierno central. Y el siguiente paso en la larga hoja de ruta de Vox será hacerle al PP lo que el PP le está haciendo a Ciudadanos. Vox no se dejará absorber, sino que absorberá cuanto pueda. Y entonces, con Vox convertido en la fuerza hegemónica de la derecha, España será el gran enfermo de Europa, porque tendrá en pocos años un gobierno similar al de Hungría o Polonia, pero en un país mucho más relevante para la política y la economía europeas. La tormenta perfecta se inició en Murcia, afecta de lleno a Madrid, se cierne sobre España y puede ser la puntilla de una Europa abocada a sustituir la "democracia liberal" convencional por la "democracia iliberal" (en palabras del premier húngaro Viktor Orbán), condicionada por la extrema derecha con su moralismo rancio, su nacionalismo delirante y su economía intervenida. Esa es la cruzada de Vox, y el PP comete un grave error al alimentarla. Será el primer damnificado por hacerlo, pero detrás va el país entero. Se equivoca la presidenta madrileña, esto no va sólo de "comunismo o libertad". Es más amplio. Esto va de "totalitarismo o libertad". Y totalitarios hay a ambos lados del espectro político.

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