Opinión

Armaos los unos a los otros

Hitler, Mussolini, Stalin o Franco no superarían los test psicológicos para poder pilotar un avión. Sánchez tampoco. No tanto por dictador sino por psicópata: autoestima exagerada, remordimiento inexistente, manipulación de la verdad, egocentrismo patológico, falta de empatía, conducta extravagante. 

Las excentricidades del “One” del Gobierno de España harían sonrojar a Muamar al- Gadafi: más allá de usar tres aeronaves para ir de Madrid a Valladolid, o de ir en helicóptero a la boda de su cuñado, o al concierto de “The Killers” en el avión presidencial parapetándose tras unas gafas de sol (como Gadafi) mientras aparenta revisar un informe en la mesa abatible del Falcon, más allá de todas ellas su excentricidad más recurrente es utilizar la mentira como marchamo de talento. Su razonamiento filosófico, en consonancia con el “cogito ergo sum” de Descartes, es igual de categórico: “Hablo, luego engaño”.

Todos los dictadores son mentirosos: Castro, Chávez, Idi Amin o Pinochet; y también suelen ser temerarios: acceden al gobierno gracias a su disposición a correr riesgos. Sánchez es ambas cosas (sobran las evidencias), por tanto es un dictador de manual. Los dictadores buscan colocarse en el poder. Y luego perpetrarse. Ergo no hay vueltas que darle.

Calígula violó a su mujer el día de su boda; Hitler, hasta la hora final, se creía sus propias paranoias mandando movilizar batallones inexistentes y fusilando oficiales traidores a la causa; Wu Zetian, una emperatriz china, obligaba a todos los dignatarios que la visitaban a rendirle pleitesía haciéndole un cunnilingus (ojalá no cunda esta práctica entre las “altas cargas” podemitas). Así que, laudate dominun, no nos podemos quejar de los desmanes de Sánchez. Es el mismo argumento comparativo que usa TVE y la Sexta, cuando nos presentan imágenes de tumbas a cielo abierto en Brasil, de cuerpos insepultos en Ecuador o nos recuerdan los tres años de cárcel conque castigan en Qatar a quienes no lleven mascarilla. “Y si encuentra algo mejor, cómprelo”: uno de los mejores slogans publicitarios de la televisión, subyace de forma sibilina en sus telediarios. 

Es curioso. La peste diezma nuestras vidas, pero la gente clama en las calles “¡Libertad!”. Al rechinar de dientes de las mesnadas de Vox se contraponen ahora las manadas Podemitas: “¡pijos!, ¡cayetanos!, ¡fascistas!” Los supuestos mesías salvadores de ambos bandos pontifican desde los púlpitos del odio: “Armaos los unos a los otros”. Y todo ello bajo la ausente mirada de un sicópata que lo único que le interesa es gobernar. Mando, luego existo; mataos los unos a los otros si queréis; a mí dejadme en paz con mi Falcon, mi cohorte de aduladores y mis comparecencias en prime time. Detrás de mí el diluvio.

En conclusión: Antes Sánchez era un megalómano sin escrúpulos, ahora es el peligro público número uno.

Te puede interesar