Opinión

El soldado amigo

Un soldado le dijo a su teniente: “Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “Permiso denegado –replicó el oficial-; no quiero que arriesgue su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. El soldado desobedeció la orden; al cabo de una hora regresó transportando el cadáver de su amigo. El oficial estaba furioso: “¡Le dije que había muerto! Dígame, ¿mereció la pena ir allá para traer un cadáver?”. El soldado respondió: “¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré todavía estaba vivo y pudo decirme: ¡Estaba seguro de que vendrías!” (Del libro “La culpa es de la vaca”).

 Estamos librando una batalla en la que los soldados que caen en las trincheras son los que solían estar antes en la retaguardia: médicos, enfermeras, personal de las ambulancias. Desde el rey (que solo anda a su reinado), pasando por el gobierno, hasta sus melindrosas señorías los mandos han desertado de sus responsabilidades; son los sanitarios los que, inermes ante el  enemigo, se auxilian unos a otros. Los partes de guerra dan cuenta de las bajas de civiles pero no mencionan por su nombre a los héroes caídos en combate.

Para gestionar esta alarma sanitaria se precisa un ministerio de Guerra. Y un adalid con dos cojones de frente que corte por la gangrena: ¿a qué veintiún ministerios?, ¿a qué cuatro vicepresidencias?, ¿a qué un equilibrio de poderes social-comunista en la Moncloa mientras eclosiona la nación entera?, ¿a qué un ministerio de Igualdad cuando la “progresía” acude a las clínicas privadas?, ¿a qué un ministerio de Consumo (y juego) cuando estamos todos confinados? Eso sí, el ministerio de Propaganda funciona con excelencia gobeliana: se le concede una subvención millonaria al duopolio televisivo: ¿Habrase visto dispendio más escandaloso?

Me uno a los ciudadanos que se niegan a pagar los sueldos de los políticos (y sindicalistas, óbviese la redundancia) por no considerarlos currelas esenciales. Encadenan legislaturas sin ir al tajo. Una vez superada la epidemia hay que revisar uno por uno sus contratos de trabajo para ver si procede renovárselos.      

La ley de Memoria histórica, que de facto sólo sirvió para exhumar odios pretéritos, debería incluir la palabra reciente. Dejemos descansar en paz a los muertos de la Guerra Civil. Sepultemos con honor a quienes, de forma incruenta, están dando su vida por salvarnos. Propongo que el Valle de los Caídos, si no los cuerpos, incluya los nombres de todos los sanitarios que cayeron en combate: ¡Presentes!, y de los que resultaron infectados en esta no declarada guerra biológica. Que la cruz al mérito, engrandezca también su estipendio. Y que tal homenaje, además de declarar “persona non grata” a los politicastros de uno y otro bando, sirva de una puta vez para reconciliarnos.

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