Opinión

España es una fosa séptica

Los políticos han convertido las Instituciones en albañales. La política lo contamina todo. España es una fosa séptica. Aquí lo más salutífero que hay son las cunetas de la Guerra Civil, lo demás es miasma, pestilencia y podredumbre. La única forma de permanecer a salvo es no saber: no oír, no ver, no hablar, como los monos sabios. 

Los muertos en las cunetas ya son polvo, fósforo, compostaje para las flores y el arboreto. Descansen en paz o, si así lo desean sus deudos, exhúmense sus restos sin alharacas sectarias. En España lo que sí abundan son ratas de alcantarilla; corruptos insepultos que retroalimentándose de la gusanera de su ambición, crecen, se reproducen, medran e infectan allá por donde pasan. Son azufre, metano, óxido nitroso y CO2. Son tóxicos. Son incompatibles con la vida y con la paz.

España no es fascista, ni falangista, ni machista, ni xenófoba, ni dictatorial. Ni sus problemas son la momia de Franco, el Valle de los Caídos o el Pazo de Meirás. España es país lleno de autopistas sin coches, de hoteles sin huéspedes, de pymes sin horizonte, de bares sin gente, de gente sin norte, de niños sin futuro, de futuro hipotecado por los sátrapas dirigentes que fungen de demócratas. 

España, esta España nuestra, se ha convertido en un basurero donde pululan a sus anchas los buitres carroñeros: KIO, Filesa, Banesto, los Gal, la Gürtel, los ERE, la Kitchen… Todo es gangrena. Aquí cortar por lo sano es triturar.

España ya no es un país de manolas, toreros, curas, tricornios y panderetas. España es un país de sinvergüenzas: Roldán, Mariano Rubio, Estevill (el juez), Salanueva (la del BOE), Palomino (el cuñado de Felipe González), Naseiro, Jaume Matas, Los Pujol (familia de honorables tracaleros), los del Palau de la Música, Bárcenas, Visa Black, Rato, los de la Púnica, Villarejo, el Rey emérito… Y como el Cid Campeador, Rajoy, Cospedal y el exministro Fernández Díaz, políticamente muertos, aún han de ganar la batalla de su deshonra. Si no, al tiempo.

Rajoy (Zapatero, a su lado, fue Don Pelayo) el del frenillo en la lengua y el puro en la boca, hizo más daño a España que Abderramán III. Cospedal andaba a lo que andaba: a defenderse de Soraya y a los negocios de su marido. Y el exministro del Interior, el que concedió una medalla al mérito policial a María Santísima (literal), urdió una chapuza de contraespionaje para salvar a su Partido con curas, chóferes y brazos tontos de la ley que dejaría atónito al mismísimo Torrente.

Lo peor es que los nuevos mesías, los del maná, los de la paga vital, el feminismo Vanity Fair, la ecología made in China, el indulto a los secesionistas y la ley de democracia histórica sólo traerán más mierda, aunque venga envuelta en celofán. 

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