Opinión

Incerfa, alerfa, detresfa

Todo eran risas (ja, ja, ja) hasta que supimos que el que pedía jamón era tartamudo. “Lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta”. Sólo le falta añadir: “Creedme, yo no miento”. “Vamos a crear, vamos a facilitar, vamos a flexibilizar.... ¡Vamos que nos vamos!”, vocifera longánimo Pedro “O feirante”. 

Primero se hizo cargo del tenderete el aséptico epidemiólogo con voz de pito y pinta de seminarista, que nos embelesó con lo que deseábamos escuchar: “Estamos preparados para un cambio de escenario”, “nuestro sistema es robusto para responder”, “tenemos que enfocar los datos de forma relativa; hay 90.000 casos en el mundo, no en mi pueblo”. Sentencias de Pero Grullo, “que a la mano cerrada la llamaba puño”. 

Al trilero Fernando Simón le hizo de gancho el ministro de Sanidad, la cuota socialista catalana, “Salvador” para más recochineo, Illa, que no hizo más que hablar de cohesión (en la inacción) con las Comunidades Autónomas y lucir colmillo en un tic desenfrenado de su labio superior, como el del ojo de Rajoy, propio de quien no tiene ni puta idea del asunto. Medidas ninguna. Profilaxis poca: lavarse las manos, toser en el codo, y no mear contra el viento, creo.    

Yo no me fie ni un pelo púbico. Hice exactamente lo contrario: usé mascarilla, así me mirasen como un apestado; evité dar abrazos (si me abrazara un político entraría en shock anafiláctico); no utilicé el móvil fuera de casa, de lo contrario de poco serviría despellejarme los nudillos con desin-

fectante, y, cual Jonás en Nínive, clamé en un artículo, “Sálvese quien pueda”, en el que, aún a riesgo de que me motejéis profeta del canguelo, preconizaba: “China, la fábrica del mundo, suspendió toda actividad desde el principio. Japón cerró sus puertos. Singapur sus fronteras. Irán sus mezquitas. Suiza prohíbe todo acto que implique más de mil almas concentradas. Y España, que vive del turismo, que recibe virus de los cinco continentes, espera a que San Juan baje el dedo, o la parca le haga una peineta”. 

En aviación, cuando desaparece una aeronave, se activa un protocolo de emergencia que tiene tres códigos de actuación: Incerfa (fase de incertidumbre), Alerfa (fase de alerta), Detresfa (fase de peligro). Los helicópteros SAR (servicio aéreo de rescate) tienen un papel fundamental en la fase Detresfa, o sea, la de peligro. Pero la realidad es que cuando bajan a ras de tragedia no rescatan nada; cuando mucho, cuentan los cadáveres. “A posteriori” y “o carallo” tienen para mí harta semejanza.

Por cierto, hasta hace 48 horas los territorios autónomos han estado en hermética cuarentena; gobernantes tenemos a porrillo, gobernanza cero. Aprovechemos para retirarles las (in)competencias en materia de Sanidad y Educación a estos afásicos y calamitosos personajillos. Hay que sacar algún provecho de tamaña calamidad.     

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