Opinión

Me jode, claro que me jode

Y vosotros erais los que ibais a poner patas arriba la manera de hacer política? ¿Y vosotros erais los que ibais a asaltar el cielo para repartirlo entre los parias? Sonaba demasiado fetén para ser verídico. 

Me jode, claro que me jode. Me joden vuestros silencios confesos, vuestras disculpas convictas, vuestras palabras podridas, vuestros oídos céreos. Entre la mentira y la verdad está el escándalo. Y vosotros chapoteáis en ese barro. Sexo, cloacas, machismo, fotos, pendrives, ambición… No son contradicciones, es el percal al que dio paso aquella pana. 

Me gustaba veros en las gradas, alborotando, silbando, mentándoles la madre a los de equipo azul y el equipo rojo que no hacían más que jugar con España en un enfrentamiento que lleva oliendo a tongo desde que Franco nos obligaba a ir al estadio. Me gustaba más cuando escribíais en los muros, que son la prensa del pueblo, consignas ilusionantes y hacíais el gamberro en las universidades. Ahora hacéis el ridículo en los ministerios. 

Interpretar la política no es lo mismo que intervenir en el gobierno. Cómo se nota la farsa. Antes les hacíais peinetas a los que cometían una falta, ahora insultáis al árbitro -la prensa- cuando os sorprende en offside. Antes algunos periodistas se prostituían ante el poder, ahora sois vosotros los mayores proxenetas. Antes prometíais acabar con las puertas giratorias, ahora ya metéis a dedo en la propia Administración Pública a vuestros elefantes blancos. Antes no creíais en la honorabilidad a primera vista, ahora cortejáis la deshora como si fuera una diosa. 

En pos de vuestras virtudes me topé con vuestros vicios. Del “compa” pasasteis al “señoría”; del escrache a tres cinturones de seguridad, como las mansiones de los narcotraficantes; del “Coletas” al “Amado líder”; del transporte público al coche oficial; de tres salarios mínimos al sueldo de dos ministros; de la indignación al aforamiento. No me ofrezcáis más realidades, prefería vuestras promesas. Me habéis generado una crisis de expectativas. Amargura, desolación, orfandad es lo que siento. No sólo queréis las televisiones públicas convertidas en aparatos de propaganda; también queréis forzar a las privadas a ser instrumentos del poder. No sois el cambio. Sois el recambio pirata. Del “no vamos a ser como ellos”, sois sólo más de lo mismo. Tenéis el corazón enfermo. Estáis cianóticos. Entre los azules y los rojos, sois la vergüenza morada. 

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