Opinión

La confusión está clarísima

Alos veintidós mete gambas del Consejo de Ministros, no hay disparate que no les ronde. Ellos se defienden a través de sus huestes cibernéticas diciendo que hagan lo que hagan serán vapuleados sin piedad. Puede que tengan razón; la crítica va en el sueldo; cuando eran oposición también iba el insulto: “Usted no es una persona decente”, le esputó Sánchez a Rajoy en un debate televisivo; el mal gusto: “Me la pela, me la suda, me la bufa, me importa un huevo”, bramaba en el Congreso el otrora asaltador de cielos, hoy travestido en Madre Teresa de Calcuta; y los escraches, que el propio Iglesias, antes de vivir en “Villa Jetas” defendía: “Son el jarabe democrático de los de abajo”.

Un “Rogelio” amigo mío, que se encarga de mantenerme al día de las estratagemas del frente “antifascista”, me envía a través de wasap sesudas reflexiones en pro de exculpar los palmarios errores del dúo dinámico del paganismo, Pedro y Pablo, que asientan sus gentiles genitales en La Moncloa; si no fuera por los cerca de cuarenta mil muertos por covid-19, uno se descojonaría de la risa. El otro día incluso tuvo la amistosa desfachatez de enviarme un manifiesto de adhesión al Dr. Fernando Simón, ese hombre con cara de dormir en un coche y voz de señuelo para llamar a las hienas, que como director del Centro de Alertas Sanitarias ni siquiera a él mismo logró poner a salvo. ¡Basta ya de realidades Fernando Simón, queremos promesas!, provoca gritarle a este maquillador de óbitos cuando da cuenta del número real de bajas por coronavirus. 

“A este menda ni me lo menciones -le contesté a mi amigo por la misma vía-, así tenga todos los títulos académicos, epidemiológicos y el Premio Nobel en virología solo cabe procesarlo por genocidio; incluso el rojerío tendría que palidecer; según las cuentas de Vox ya han muerto diez veces más que todos los que fusilasteis en Paracuellos”. 

Cuando un amigo es tuerto lo procedente es mirarlo de perfil. No se atreve a llamarme facha, aunque sentirse español y patriota lo lleve implícito, como xenófobo, homófobo o machista. España va por mal camino, eso no hay dios que lo refute. Y esto tampoco se arregla con el voto. Porque el elector no puede cambiar de opinión hasta pasados cuatro años; no así el electo, que cambia de opinión según el viento. 

Así que si antes era indeciso… ahora no sé qué hacer. Quisiera hablar con Dios pero sin intermediarios; cuando él creó la luz yo ya llevaba varios meses alucinando. Lo único que tengo claro es la confusión. Estoy de los políticos hasta los péndulos. Si de mí dependiese, mandaría los rojos al “Quintoca” (quintocarallo), y a los meapilas los mandaría con Dios, y yo me quedaría con la virgen. 

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