Opinión

Llamémosle "oportunidad"

El futuro tiene muchos nombres, decía Víctor Hugo: Para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; para los valientes es la oportunidad. A mí “oportunidad” me suena a ganga, a momento propicio. Por eso a este año ya lo bauticé con ese nombre.  

Las palabras tienen poder de vida y poder de muerte: hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, pero también hay que tener mucho cuidado con lo que se escucha. Todo apunta a que vienen tiempos convulsos. Tal vez es menester elegir voces de aliento en nuestro vocabulario cotidiano.

“La rana sorda” es una fábula oriental sobre la importancia de las palabras, que aburre a mi nieto de tres años (él prefiere cuentos de lobos y cazadores resolutivos que zanjan a base de escopetazos los problemas), pero que a mí me resultó siempre apropiada en los momentos jodidos de la vida. Tanto, como pensar en los míos. Ahí va, por si os puede servir de algo en este año que comienza:

Un grupo de ranas atravesaba un bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron a un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y cuando comprobaron lo hondo que era les dijeron que, a efectos prácticos, deberían darse por muertas. Sin embargo ellas seguían saltando y saltando con todas sus fuerzas, tratando de salir del hoyo.

“¡Dejadlo, no lo conseguiréis!”, gritaban las ranas de la orilla. Pero las ranas continuaban saltando sin parar. Por fin una de las ranas caídas entendió entre el griterío lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra siguió saltando con tanto esfuerzo como le era posible. “¡Deja de sufrir ya!”, le gritaban una y otra vez las compañeras, pero la rana seguía saltando cada vez con más ímpetu, hasta que por fin logró salir del pozo. “¿Cómo lo has conseguido?”, le preguntaron, “¿No escuchabas lo que te decíamos?”. La ranita les explicó que ella era sorda y creía que, por los gestos, la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hoyo.

La moraleja os la pongo a huevo: Cualquiera puede decir palabras que hundan a los otros en el desaliento: a palabras necias, ya lo sabéis, oídos sordos. Lo importante es la actitud, la perseverancia, la motivación, la confianza en uno mismo. Si no toda la vida, como mi nieto Luis, tenemos todo un año por delante. No digamos “inalcanzable”, no digamos “qué miedo”, llamémosle a este año veinte, veinte “oportunidad”. Cualquier otra palabra claudicante es ominosa, cualquier otro nombre derrotista resultará un campo minado por el que, queramos o no, tenemos que transitar.

A saudiña que non lle falte a ninguén. Eu loito por sobrevivir un ano máis. Cada quen ten a súa meta.

Te puede interesar