Opinión

Nadie tiene un sexo equivocado

“Voici, voici venir les temps de l’Androgyne” (Albert Samain) 

Adán era varón y era mujer. La androginia es, pues, símbolo de la creación. Dios llenó el cielo de ángeles, y el mundo de hombres; entonces se percató de que la vida sonaba a muerte. Eva fue una innovación, no una simple costilla de cerámica. El “creced y multiplicaos” del Antiguo Testamento suena a desesperado SOS. Luego vinieron Caín y Abel, incestuosos, hemofílicos, astillas del mismo árbol patológico. Heredamos un paraíso a medio hacer. Somos una raza infortunada. 

El mundo es el taller clandestino de un alfarero diletante. La pederastia, el canibalismo, la zoofilia, la coprofilia, la necrofilia son los aullidos de una derrota. Tenemos que perdonar a un Hacedor que calla, porque nos quiso hacer a su imagen y semejanza. La eterna danza de amor de nuestra especie no es más que un aquelarre de bestias inacabadas, inseguras, asustadas, copulando ante quien hilvanó el mundo en sólo una semana, nos mandó multiplicarnos y sentará a los más obedientes a su diestra. El apocalipsis es un mal congénito; el primer mandamiento: eyacular, fue para prolongar la agonía de un lapsus. ¡Procread! Era una orden. El diálogo del deseo era lo de menos. Hombre y mujer. Anverso y reverso ¡Los demás a las brasas! Como si las mitades fuesen sólo dos.

Unos varones buscan a su mitad, que son mujeres. Unas mujeres buscan a su mitad, que son varones. Unos varones buscan a su mitad, que son también varones. Y otras mujeres buscan a su mitad, que son también mujeres. El mismo Dios es trino y desigual. Falo, recipiente, orgasmo tántrico, “petite mort”, amor platónico; no sé lo que soy. Mientras caminaba por el mundo he ido escuchando el resonar de otras pisadas. Todo es lo mismo. Y no lo es. Los armarios se abren para airear cuerpos, sexos y mentes diferentes, pero genuinos. Rasguemos de arriba abajo el silencio cómplice. El yugo comunal no es norma de oro. Nadie tiene un sexo equivocado. 

Debemos estar orgullosos de nuestros nombres. Pero tengo la sensación de estar a medias en todas partes. Mi parte femenina me interroga: ¿De qué te avergüenzas? Por el ojo del cielo, el Creador también duda de su obra; pedazos de sueños rotos vuelven a unirse.  ¿Qué hubo al comienzo de la carne? ¿Con qué estigmas se fraguó aquel barro? De tanto empujar por fin parió el olvido. Nombrarse es existir: LGTBiQ+,  ya no es una metáfora.

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