Opinión

Peligrosa Zona de Confort

Un sabio maestro caminaba por el bosque con su fiel discípulo. Se encontraron una chabola en la que vivía un andrajoso matrimonio y sus tres hijos. El maestro se dirigió al padre de familia: “En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen para sobrevivir?”. El hombre contestó: “Tenemos una vaca que nos da leche todos los días; parte la cambiamos por otros alimentos; parte elaboramos cuajada, queso y otros productos para nuestro consumo”. 

Ya de regreso el maestro dijo a su discípulo: “Busca la vaca y empújala por el precipicio”. El discípulo, incondicional, obedeció, pero aquella escena quedó grabada para siempre en su memoria: el animal era el único medio de subsistencia que tenía aquella familia. Años más tarde regresó para pedirles perdón. Se encontró una enorme mansión rodeada de una fecunda plantación agrícola. Reconoció a los propietarios y les preguntó: “¿Cómo hicieron para mejorar este lugar?”. El hombre respondió: “Teníamos una vaca que cayó por un precipicio y murió. Nos vimos en la necesidad de desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que ahora ven sus ojos”. (Del libro “La culpa es de la vaca”).

El coronavirus ha provocado tal sacudida económica que la vaca de nuestro modus vivendi terminará en el precipicio. Es el momento de abandonar nuestra zona de confort. Es hora de implementar otras habilidades que ni siquiera sabíamos que teníamos. La urgencia no sólo nos incumbe, sino que nos afecta, porque no hay mascarilla capaz de ocultar los visajes del hambre. Dejar rezagados a los más pobres, aunque sigan respirando, es pensar en modo “Fernando Simón”: de nada sirve minimizar esta crisis, de nada ocultar sus infaustas consecuencias. A medida que la economía mundial se tambalee, la estabilidad política se resquebrajará. Nadie saldrá beneficiado de un mundo en conflicto: los refugiados, los marginales, las migraciones, hoy ya escandalosas, después serán invasoras. 

Basta de riqueza sin valor. Basta de que las naciones compitan en egoísmo. Hay que rediseñar el futuro. Hay que generar empleos verdes. De nada servirá el 5G, ni la inteligencia artificial, ni el Internet de las cosas si los líderes del G-7 y del G-20 no toman cartas en el asunto ecológico. Más que una economía global, se impone un pensamiento holístico; el futuro del planeta es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los mercados. Los desafíos de la nueva era tienen que ser reformulados: consumir, consumir, consumir nos abocará a la extinción. El capitalismo, al albur de los insaciables lobbies, se está convirtiendo en una seria amenaza para la especie humana. Que nadie se lleve a engaño: el mundo tiene que ser seguro, justo, sostenible. O no será. 

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