Opinión

Las pupas de Galapagar

Huy, pobrecitos míos, les han hecho pupita. Les han traumatizado. Les han hecho bullying vecinal. Venid aquí cariñitos a que vuestras maritornes os canten el sana, sana. Corred al regazo de mamá. Apartaos de los malotes. Sana, sana culito de rana, si no sanas hoy sanarás mañana. 

“Coletas rata”, escribió (con indulgencia de las ratas) algún Miguel Delibes de la carretera en la que conducía a la posada en donde vacacionaban en el Principado de Asturias los marqueses de Galapagar ¡Qué amenaza tan flagrante! Ni las cabezas de caballo de “Il Padrino”, ni las dianas que pintaba ETA en las paredes de las casas de sus víctimas encerraban un mensaje de muerte tan palmario. Tampoco el acoso al que someten a cualquier empresario que haya tenido la desgracia de tener que despedir a algunos empleados: “sexo anal al capital”, “la bolsa y la vida”, “al ladrón, paredón”, destrozándoles vehículos y hacienda con indelebles sprays, es comparable al de llamarle al Coletas roedor. 

Valientes guerrilleros urbanitas. Aquellos que en las manifas poco menos que presumían de hacerse vahos con los gases lacrimógenos, hora les causa tos el humear de una fabada. Qué alimento para los buitres del Monte Taigeto si fueran contemporáneos de los espartanos. “Es bello morir, en primera línea, como valiente que lucha por su patria”, escribía el poeta Tirteo refiriéndose a los jóvenes de Esparta que no debían buscar su gloria personal sino la colectiva. Pero la eugenesia no va con Irene Montero ni Pablo Iglesias. Ellos (que no creen en la justicia) son más de poner querellas en los juzgados. Sí, Irene está asustada y Pablo se caga.   

Aquel aguerrido combatiente que azuzaba los mastines del odio en los escraches; aquel “milhomes” temerario que se jactaba de no conocer el miedo, y cito textual: “La clave del poder está en nuestras pelotas. Hay que vivir okupando. Nosotros hacemos política masculina, con cojones”, ahora se caga por la pata porque le llaman rata. Él preferiría que le llamaran ratoncito Pérez. “Paquita La del Barrio”, se sabe toda la letra: “Rata de dos patas”: “Rata inmunda / animal rastrero / escoria de la vida / adefesio mal hecho”. Pero no cabía en la carretera.          

“Nada de lo humano me es ajeno”, escribió Publio Terencio justificando el comportamiento de los hombres. Pero los marqueses de Galapagar han dado un vuelco a su sentencia: Nada de lo que hacen los ricos nos disgusta. Y sí. Ya han adoptado sus maneras: “Te mandaré a mis abogados”. Y sí. Aquí los tienes, valientes, arriscados, heroicos como los cosacos de Kazán que en la denuncia son un rayo y en el medrar un huracán.  

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