Opinión

Quijotes y gigantes

Nosotros, los españoles, incapaces de disociar la sangre de la fiesta, la espada de la cruz, el triunfo de la envidia, las ideas de las cunetas. Nosotros, los españoles, expertos en el arte de la lidia, en la lucha hermano a hermano, en la guerra de rencillas, en las leyendas negras y en los descubrimientos. Nosotros, los españoles, siempre divididos entre payos y gitanos, bonetes y tricornios, moros y cristianos, tendríamos que redimir de una vez nuestro pasado y, Quijotes, dejar una impronta altruista en el planeta.

Ignoro si tenemos experiencia en la lucha antiterrorista: desde luego en contabilizar víctimas vamos sobrados; ignoro si estrategias para enfrentarnos al futuro: al paro contemporáneo, nos han faltado arrestos; ignoro si el Nuevo Mundo, el de la economía sin fin, el globalizado, el del TTIP es bueno para los ciudadanos, pero lo dudo: felicidad y consumismo son incompatibles; mejor dicho, son una interacción en la que el uno se beneficia a expensas de la otra. En esto, al menos, tendría que haber consenso. 

Qué oscuros contubernios se negocian a nuestros occipucios, qué secretismos -incluso para quienes nos representan en los parlamentos- manejan quienes nos gobiernan, qué pócimas nos preparan, en qué aquelarres nos entregan en ofrenda. ‘No hay leyes posibles contra el dinero’, decía Napoleón. Ni contra la inmundicia que atesoran los paraísos sépticos. La banca, las grandes trasnacionales, los mercados financieros y sus esbirros, mimetizados en profetas, poco a poco nos van mentalizando; el presidente de la Patronal –que se hidrata en sus abrevaderos- ya nos advierte de que el empleo fijo es un anacronismo del siglo XIX. Los ciudadanos, trasmutados en consumidores, homo economicus, cada vez más alienígenas en nuestro propio mundo, ya manejamos palabras invasoras: déficit, troika, brexit, broker, City, Wall Street...

El consumismo nos abduce. La globalización nos asedia. Los que gobiernan, humanoides elegidos en sufragios amañados –la promesa incumplida es la forma más perversa del engaño-están al servicio de los invasores. Es hora de salvar nuestro planeta. Tenemos experiencia: hemos sido quienes de acercar un continente, de combatir gigantes, de abolir la Inquisición, de indignarnos un 2 de Mayo –estábamos sin rey- y enfrentarnos a un imperio, de hacer sentadas un 15 y arredrar al capital. Refresquemos las primaveras secas. Tejamos una red global de disidencia. España, grito, ruedo, rabia, furia, sangre. Sangre incruenta: negociemos a lo Fuenteovejuna ahora que no tenemos gobernanza: ‘Paz global primero, después Mercado sostenible’. Y nuestro ejemplo cundirá. Somos hidalgos, somos ingeniosos, somos valientes.

Seamos Quijotes. Hijos de la ira. Justicieros. Derribemos concertinas. Acerquemos sufrimientos. Colonicemos el Primer Mundo a base de igualdad, de humanismo, de justicia. Brillemos de nuevo con luz propia, como cuando no podía cubrir nuestros dominios el ocaso. Si no, vendrán los negros tiempos y la agitada noche del materialismo convertirá en pesadillas nuestros sueños. Si no, como el alba, estaremos condenados a no poder ver nunca las estrellas… 

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