Opinión

A Esmorga

Se cumplen las bodas de oro de ‘A Esmorga’, fausta circunstancia que ha valido de excusa a Sarabela para volver sobre la dura obra de Blanco Amor, que refleja las miserias del Ourense viejo, que hoy pudiera parecer circunscrito al ambiente más underground, pero que aplicando la moviola del tiempo no sería tan marginal, sino reflejo del lado más áspero de una sociedad descarnada, pero real, que retrata la novela.


Con trece años de por medio desde la primera experiencia con la obra, el espectador reconocerá de inmediato que manteniéndose la arquitectura inicial, ha ganado fuerza interpretativa y claridad en el traslado de la idea de la novela al escenario.


Ha mejorado, como el buen vino, el elenco que la pone en pie, con trece años más de bagaje desde aquel 1996 y convertidos casi todos sus componentes -del inmenso Cibrán a la desengañada Socorrito- en figuras indispensables de la escena gallega.



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