Opinión

María del Carmen González Estévez

La caña de azúcar es una planta proveniente del Sudeste Asiático y Nueva Guinea. La expansión musulmana supuso la introducción de la planta en territorios donde hasta entonces no se cultivaba. Así llegó al continente europeo, más en concreto a la zona costera de las ciudades de Málaga y Motril de España y en la isla italiana de Sicilia y en la isla griega de Creta. Se dice que la primera que se llevó a América fue por Pedro de Atienza, en el segundo viaje de Colón a la isla Española. En las zonas donde se cosecha, también se masca la caña fresca; el jugo dulce también se vende en vasos o conos de papel poco después de haber sido extraído empleando una máquina con ese fin. En algunos países como Cuba, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, República Dominicana y Venezuela, este jugo se conoce como guarapo, la cual abunda en la región este de la República Dominicana. 

María del Carmen González Estévez, que es puro dulce como la caña, nació en un pueblecito cerca de Maside ,Layantes de Abaixo, en el seno de una familia humilde. Sus padres, Antonio “o Xamoneiro” y Josefina, tuvieron 5 hijas como 5 soles, todas “Marías” , algo que era manía de su abuelo y que Carmen heredó, poniéndole a sus hijas María Cristina y Ana María, menos a su hijo que le pusieron Miguel Ángel.

Carmen González se casó con José Vázquez García (Pepe) el pastelero de la San Yago y culpable de que ella siguiera sus pasos en esto del oficio, algo que esta sencilla mujer nunca se ha creído pese a  lo prestigiosa y buena profesional en que se ha convertido después de  casi 50 años de dedicación, esta es la característica de Carmen, siempre piensa que los demás son mejores, lo que la mantiene en un constante nivel de superación. 

Allí en avd. de La Habana cimentaron  la fama del San Yago, establecimiento que después del fallecimiento de Pepe, Carmen González supo con la inestimable ayuda de sus tres hijos consolidar, prestigiando cada vez mas esa pastelería entrañable que todos los orensanos visitamos mas de una vez.

Carmen es una persona muy activa, de carácter amigable, discreta, servicial y de conversación inteligente, lo que propicia ese antiguo encanto de los establecimientos familiares y de trato personalizado y muy vecinal. Sus frases más comunes son “botoche máis, unha verduriña, unha patatiña con un chouriciño, que ben me soupo”. Su canción es “Como baila Carmiña”; su color, el morado, y sus pequeñas manías son volver sobre sus pasos para ver si todo está apagado: luces, estufa, y saber si puso el iverpan, etc. Carmen me trae a la memoria a “Chocolat”, la película que narra la historia de una mujer, Vianne Rocher (Juliete Binoche) y su hija Anouk, quienes llegan a Lansquenet, un pequeño pueblo francés, en el invierno de 1959. Al poco tiempo de llegar, Vianne tiene un don para leer a las personas y saber qué tipo de chocolate prefieren el paladar y el alma de las personas, ya que el chocolate, según una leyenda maya, tiene el poder de desenmascarar los más profundos anhelos de las personas. Así es que abre su propia tienda de chocolates, con la que lentamente comienza a ganarse la confianza de todas las gentes en el pueblo.

A María del Carmen González Estévez y al entrañable Pepe yo les conocí en aquellos tiempos en los que en la calle de La Habana empezaba un difícil crecimiento comercial. Juntos sufrimos el irracional bloqueo durante casi dos años por unas obras de un Ayuntamiento ineficaz y juntos fuimos los primeros, con los de Bedoya, en iluminar por nuestra cuenta las navidades con el consabido esfuerzo de organizarlo y luego pagarlo.

Con Carmen siempre es un placer saborear unos de sus deliciosos pastelillos, por que además de sabrosos, el carácter y las manos que los elaboran les otorgan un sabor a ¡auténtica gloria!

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