Opinión

“A de Boán”, el cementerio de Ribadavia

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E l cementerio más antiguo del que queda constancia en Ribadavia, es la necrópolis en el interior del castillo. A lo largo de nuestra historia los dos templos conventuales fueron la última morada de nuestros antepasados, y las antiguas cuatro parroquias, Santiago, san Juan, La Magdalena y La Oliveira contaban asimismo con su respectivo camposanto.

En 1833 una Real Orden obligaba a construir cementerios en las poblaciones que carecieran de ellos, evitando así los entierros en el interior de las iglesias. La Oliveira era entonces la única que reunía en su atrio un terreno extramuros de esta Villa, bien ventilado, por lo que funcionó como camposanto vecinal, a todas luces muy pequeño para la población del momento. Pasarían más de veinte años cuando el ayuntamiento se puso a buscar el solar para construir el cementerio municipal, el terreno escogido fue la viña que hubo que expropiar, de d. José Boán. Desde entonces y para diferenciarlo del de la Oliveira, que seguía en funcionamiento, los vecinos que lo vieron nacer le llamaron “a de Boán”

Por la documentación del A.H.P.O. se sabe que la corporación del momento sin fondos disponibles para atender estos gastos tuvo que solicitar, un empréstito gratuito y en 1855 el arquitecto d. Manuel Orozola presenta tras el reconocimiento de las instalaciones, el expediente en que da por bien concluidas dichas obras. El reglamento estipula el alquiler de los nichos, que sería de 120 reales anuales si estuvieran colocados bajo cualquiera de los obeliscos o pirámides que coronan el centro y extremos del grupo, y pagarían 80 si fuesen algunos de los intermedios.

Dada su ubicación la nueva sacramental estaba bajo la jurisdicción del párroco de La Magdalena y contaba con un enterrador, encargado de la llave, lo que fue motivo de fricciones entre el sepulturero y el sr. Abad, quien alegando resoluciones del obispo al respecto, se negaba a devolver las llaves solicitadas para aplicar sufragios a los difuntos, lo que obligó a la corporación a contestarle: Que vistos los antecedentes relativos a este cementerio, resulta haber sido construido con fondos del ayuntamiento y ser propiedad del mismo.

Con el paso de los años la viña de Boán puso de manifiesto lo exiguo de sus dimensiones y en la última década del s. XIX nuestros semanarios reclamaban incesantemente su ampliación, cuya necesidad aumenta visiblemente. Sería en 1902 el día de san Pedro, cuando los ribadavienses presenciaron dos acontecimientos que recordarían a lo largo de sus vidas: el ensanche del camposanto y la inauguración del alumbrado eléctrico. Durante la alcaldía de d. Fabio López (1911) se construiría la sala de autopsias y en la Segunda República, con d. Santiago García Rey al frente del consistorio, se secularizó el recinto y se erigió sobre la tumba de d. Cesáreo Rivera, un monumento con los símbolos de la República, y ya en 1982 se le incorporó el conocido popularmente como “cementerio de los protestantes”.

La parte primitiva de la necrópolis que recoge la fotografía de Pacheco, se convirtió en todo un referente de la arquitectura funeraria del s.XIX junto con sus dos cruceiros y el singular pousadoiro. Para su ampliación por el aire del naciente, hubo que adquirir seis cavaduras de las viñas limítrofes, aun persistentes en su disposición en “socalcos” que añaden singularidad a su melancólica belleza junto con unas estremecedoras sentencias que desde tiempo inmemorial en los extremos de la fachada, llenaron de temores nuestra infancia y que hoy llaman la atención al visitante cuando lee: La vida cual un sueño se ha pasado, contempla hombre infeliz cual es tu suerte: pena, llanto, dolor, en fin la muerte. En el lado opuesto y con la misma intensidad escribieron: Eterno bien os espera o eterna infelicidad, sed pues justos o temblad. Hoy recuperados de los arrepíos de los pocos años y sabiéndonos futuros moradores de la viña de Boán, leemos con el debido respeto, el proverbio que sobre el frontón de la puerta principal recuerda lapidariamente: Templo de la verdad es el que miras, no desoigas la voz con que te advierte, que todo es ilusión, menos la muerte.

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