Opinión

Las fiestas de San Pedro en Ribadavia

<p></p>
photo_camera Chicha Hermida, Chicha González, Caroly Chao y María Luz Castro, camino de Santo Domingo.

Las fiestas en honor a San Pedro de Verona o san Pedro mártir, como eran conocidas a lo largo del tiempo, seguían en importancia a las del Portal. Su culto fue introducido por los dominicos y tuvo aquí un fuerte arraigo, ya que las gentes buscaban en el santo no sólo la protección para el ganado y cosecha, sino que también lo invocaban para sanar “los males de los nervios”.

Sin la pompa de las patronales competía en concurrencia con aquellas, ya que el 29 de abril en una interminable procesión por las calles de la Villa se mezclaban los devotos con sus ofrendas de productos del campo y los dementes, quienes imploraban al santo “para que lles quitara o demo do corpo”.Al socaire de las celebraciones litúrgicas acudían los mercaderes que instalaban sus puestos a lo largo de la carretera, donde ofrecían una heterogénea mercancía: rosquillas y melindres con nuestra denominación de origen; hierbas de distinta procedencia sanadoras de vergonzantes dolencias; los arcanos “rescritos” con oraciones en latín formando cruces, que protegían a las personas y animales domésticos; tierra de la cueva de san Pedro y merda do demo, de amplio espectro contra toda clase de meigallos y que no era otra cosa que carbón cogido en la vía del tren.

En medio de tanta transacción había intercambios de todo tipo y nuestro semanario El Obrero, tras hacer un positivo balance de la fiesta relata: Cuatro mujeres, de esas que tienen los diablillos o el feitizo en el cuerpo, anduvieron por nuestras calles dando cada berrido (…) Lo que podemos asegurar es que el feitizo no pudo entrarnos, porque nos hemos librado muy bien de admitir cierto pastelillo con que nos obsequiaban y que seguramente dentro de él estaba albergado tal señor. Para todo se necesitan tener más de un ojo y si es posible cuatro.

En el último tercio del siglo XIX el Ayuntamiento se hizo cargo de las mismas y es entonces cuando aparecen documentadas las corridas de toros. Había también bailes en la Plaza Mayor y en los salones del consistorio, lo mismo que en el Casino, que contaba para la ocasión con un reputado pianista y una excelente orquesta de cuerda. La banda del maestro Pousa, contratada por el Concello, ofrecía variados conciertos y en el coliseo de Santo Domingo el orfeón Ecos del Avia, invitaba a un grandioso recital. A comienzos del pasado siglo (1904) las empresas ambulantes de cine, recalaban por esas fechas en la Villa con lo mejor de su repertorio,“Los cazadores Furtivos” y “Los cuentos de las mil y una noches”.

La carrera ciclista era uno de los números más esperados y las cintas de los ganadores se exponían la víspera en el comercio de Benjamín Diéguez. Ese año desde mediados de abril El Ribadaviense anunciaba: Con motivo de las Fiestas de San Pedro hay rebaja en los precios de los billetes de tren desde Orense a Guillarey.

Hasta 1964 estos festejos se mantuvieron sin sobresaltos, salvo el ritual de pasar bajo la imagen del santo para botar o demo do corpo, abolido por un párroco. Ese año, sin transición de ningún tipo, se trocaron las devociones y la efigie del mártir de Verona, tocado con un tremendo alfanje, se arrinconó junto a la de otros santos anónimos que, por serlo, carecen de devotos. El culto a Baco se instaló entre el entusiasmo de todos en Ribadavia y el mismo día del san Pedro, para mayor escarnio, se inauguró la I Feria de Vino del Ribero, (sic) que va por su edición nº 53.

La presente fotografía de Conde nos muestra a unas vecinas en pleno Progreso camino de Santo Domingo, la víspera del “folión”. De izquierda a derecha reconocemos con nitidez meridiana a unas jovencísimas Chicha Hermida Ríos, Chicha González (Moderno), Caroly Chao Cao y Mª Luz Castro, la voz femenina de Radio Ribadavia.

En la instantánea se observa la aparatosa marquesina del Club que se desmontaría en 1964. A la izquierda de la imagen vemos la casa del médico don Alejandro Meruéndano, junto el solar donde se construiría el edificio que albergaría definitivamente, el sanatorio Nuestra Señora del Portal. Al fondo no asoma el Banco Pastor, aún sin dependencias propias, y en lo alto, una enorme pancarta que cubría el ancho de la calle, el Cine Río anunciaba para esas fiestas El hombre tranquilo de Jhon Ford.

Te puede interesar