Opinión

Las Fiestas de Santiago, en Ribadavia

Ea Ribadavia de antaño que con sus cuatro parroquias, dos conventos operativos y dos capillas, contaba con las celebraciones correspondientes a sus devociones, permaneció tras la nueva división que centralizaba en santo Domingo la única parroquia de la Villa, con los mismos cultos y sus respectivos efectos colaterales, que se plasmaban en las fiestas mundanas del barrio.

A lo largo del año el calendario litúrgico, al margen del almanaque civil, iba marcando en rojo unas fechas que los ribadavienses hicimos de obligado cumplimiento durante mucho tiempo. La época estival propicia para saraos y verbenas se iniciaba con el san Antonio, data en la que se estrenaba el fondo de armario de la temporada, a la que seguirían sucesivamente las de Santiago, La Magdalena, La Oliveira, san Roque y san Bartolomé, rivalizando entre si con sus programas donde figuraban las bandas, los polvoristas o fogueteiros, los elegantes Paseos, los lanzamientos de globos aerostáticos, la iluminación, los concursos de muiñeiras e incluso las corridas de toros.

La parroquia de Santiago desempeñó a lo largo de nuestra historia una serie de funciones religiosas que durante siglos fueron de su exclusiva competencia, cómo la organización de la solemne procesión del Corpus, en la que a lomos de una vaca desfilaba la figura de Juan de Arzúa, o los diversos Te Deum oficiados cuando las circunstancias así lo requerían, cómo el acto de El juramento de la nueva constitución por los individuos de esta corporación,(1836) o el cantado con motivo del regio enlace de Alfonso XII con la serenísima infanta Mª de las Mercedes (1878) al que asistieron la corporación en pleno con las autoridades civiles y militares, junto con todo el vecindario, lanzamiento de 21 bombas que suplían los 21 cañonazos de ordenanza, y toque de las campanas de las cuatro parroquias junto con la del reloj. Lógicamente dentro de estas facultades celebraba por todo lo alto las pertenecientes a su advocación, así tras la novena y la procesión por las calles de su feligresía, en la cual la imagen llevaba las primeras uvas, que ya lucían “pintor” procedentes de la viña de la sra. Angustias Rodríguez, comenzaban el día 25 de julio los festejos laicos en honor del Patrón de las Españas.

Documentadas en el Archivo Histórico desde mediados del s. XVIII, el plato fuerte de los festejos lo constituían las corridas de toros que se lidiaban en la Plaza Mayor, previamente cerrada con talanqueras para la ocasión, pero también había música, juegos diversos y sesión de fuegos. Al respecto nuestro hebdomadario El Obrero (1893) haciendo gala de su carácter anti-taurino comunicaba: En la tarde del referido día se lidiarán tres vacas y amenizará tan salvaje espectáculo, una banda de música. Dichos encierros continuaron hasta 1887 el último año en que figuran reseñados.

Hasta mediados del pasado siglo se mantuvieron los foliones con una cierta pujanza. Los bailes amenizados por una sección de La Lira, se celebraban indistintamente en la Puerta de la Villa o en la plaza de Las Avenidas, hoy denominada García Boente, decoradas con banderitas y con la presencia de abundantes puestos de rosquillas. En 1930 se rifaron dos preciosos mantones, y permanecieron hasta bien entrada la década de los cincuenta que es cuando desaparecen las verbenas.

Dicho templo, igual que el vecino de san Juan, se utilizó en diversas ocasiones para celebrar las sesiones de ayuntamiento. Contaba con el mejor vestuario litúrgico de las parroquias locales, y ejercía el ministerio espiritual junto con las calles vecinas de Santiago, rúa de Los Hornos, Puerta Nueva de Arriba y Puerta Nueva de Abajo, entre los vecinos de san Francisco, en la margen izquierda del Avia. La torre de la fachada alberga la campana llamada Santiago, que en los atardeceres ribadavienses tañe el melancólico toque de ánimas, y la joya de la corona continua siendo la efigie sedente del Apóstol, inexplicablemente desplazada desde el altar mayor al rosetón,(1871) donde sufrió todas las inclemencias de la naturaleza que dañaron su policromía. Fue esta solemne escultura pétrea, El Santiago Magister, previo un literal lavado de imagen, quien nos representó con todos los honores otorgados por la historia y la excelencia del cincel de la escuela del Maestro Mateo, en la Exposición Galicia No Tempo.

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