Opinión

El San Antonio De Ribadavia

Son las fiestas vinculadas al convento franciscano cuya iglesia, nominada con el primitivo nombre de san Francisco, está desde 1601 bajo la titularidad del santo lisboeta.Tras la exclaustración permaneció siempre con culto y en 1846,  conmemorando la boda  de Isabel II, las actas municipales nos recuerdan que en este templo y con la asistencia de la Corporación se celebró una solemne misa y Te Deum.

En la última década del XIX los hebdomadarios locales nos dan cumplidas noticias de dichas celebraciones, reseñando entre las funciones religiosas la concurrida novena, la nutrida procesión y el orador sagrado que pronunció el elocuente panegírico. El Ribadaviense (1901)  informa que se encuentra iluminado el frontal y lado derecho del exconvento (…)La Lira amenizó la jornada y el hermoso Paseo que se organizó el día 13 a las seis de la tarde por el barrio, finalizando a las 9.
Pero es tras el regreso de los frailes (1915) cuando  alcanzan el status de fiesta mayor que, tras las del Portal, tenían las de San Pedro y Las Angustias. Con los religiosos ya instalados en su convento (1917) vemos a una activa Juventud Antoniana organizando una comida en la que serán obsequiados 13 pobres, lo mismo que las señoritas del Roperillo, quienes terminaron dos preciosas canastillas.
Al cumplirse los 10 años de estancia entre nosotros, se prepararon grandes festejos que comenzaron el 13, a las siete de la mañana, con toque de diana a cargo de la banda y gaita que recorrerá las calles de la villa. Ese día hicieron su primera comunión trece niños antonianos; tras la procesión, presidida por la Corporación en pleno y delegado gubernativo, habrá la bendición de los lirios y se cantará la misa solemne, tras la cual se distribuirá el pan de los pobres. Hay que señalar que este 1924 fue cuando el cortejo procesional recorrió por primera vez todo el barrio, una vieja reivindicación de los vecinos que se veían relegados en unos festejos que contemplaban como suyos. 
Desde entonces las fiestas fueron superándose sucesivamente y junto a los actos litúrgicos, se fueron asentando una serie de ritos asumidos  por la sociedad del momento.

Cuando era el calendario quien marcaba tendencia, el 13 de junio era la fecha señalada para estrenar la ropa de verano y la procesión, que entonces discurría por toda la Villa, era junto a la manifestación devota, la ocasión fetén para lucir el fondo de armario. Ese día comenzaba la temporada de baños en el Avia, ya que una tradición oral tenía al taumaturgo de Padua cómo protector de los nadadores, a quienes amparaba de morir ahogados y en caso de peligro, auxiliaba con el cordón de su hábito. En el convento se repartía el “pan de los pobres” que por su condición de bendito terminó distribuyéndose entre todo el vecindario, y en el estanco de María Pena se rifaba un enorme roscón, cuya recaudación revertía en el cepillo del templo y la papeleta ganadora premiaba siempre “a una familia necesitada”. 
Pero el tiempo el gran escultor, en palabras de la Youcernar, fue desbastando todo hasta el extremo de cargarse ritos y topónimos. Hoy no quedan frailes en san Francisco; las HH. Clarisas, que tras la marcha de los religiosos mantenían sus dependencias, se fueron el pasado septiembre; Las Pescadas quienes con su colegio marcando territorio, dieron  nombre a una acera, ya no están entre nosotros;  Las Insuas donde fue tan  invocado el Paduano, yacen bajo las aguas y O Coto do Frade es un paraje desconocido para quienes no alcanzaron el medio siglo. 

Las fiestas laicas sin el esplendor de los años cincuenta y sesenta, se mantuvieron intermitentemente hasta el presente. El recordado Manuel Lorenzo“Muito”, las dispuso durante un tiempo, tras su fallecimiento, Manuel “Caracas” retomó el testigo y desde hace 12 años se convirtió, recuperando una figura de antaño, en el fiel  mayordomo del santo y el generoso organizador de los saraos en su honor.

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