Opinión

El brasileño recalcitrante

La primera vez que observé que Jair Bolsonaro negaba la gravedad del covid-19, me recordó a ilustres chulos mundiales como Donald Trump y Boris Johnson, y a otros más locales y menos conocidos, como López Obrador, en México, y Pedro Sánchez, en España.

Eran los tiempos en que ser progre y arrogante consistía en afirmar que tener miedo de una gripe de mierda era cosa de cobardes, pero la realidad se puso de manifiesto con la demostración de centenares de defunciones diarias, y los chulos, a regañadientes, con evidente incomodidad, fueron cambiando su opinión, e incluso el tío Donald, que juró que jamás se pondría la mascarilla, ya aparece incumpliendo su palabra de chulo empecinado, y con la mascarilla puesta.

El único que resiste es el brasileño, que creía que el virus se le iba a poner firmes bajo amenaza de enviarle al calabozo, pero no sólo le desobedeció, sino que le infectó a él mismo, y ha vuelto a recaer. Le deseamos que se mejore, pero los que no pueden mejorar, porque han pasado a mejor vida, son el más de medio millón de brasileños muertos por el virus, que serían muchos menos de no ser por la chulería de su recalcitrante presidente.

Bolsonaro no es la primera vez que se equivoca. Va por la tercera esposa, lo cual quiere decir que, en un asunto tan importante para la vida de una persona, ya ha fallado en dos ocasiones. Una, tiene pase, e incluso les ha sucedido a algunos amigos míos, que tengo por inteligentes, pero dos es prueba irrefragable de un fallo de percepción.
Sin embargo, el recalcitrante Bolsonaro sigue empeñado en recetarse un fármaco que combate el paludismo, pero al covid-19 o le engorda, o le da risa. Y nos daría también risa a nosotros de no ser porque su obstinación está llevando a la tumba a miles de brasileños, inocentes víctimas de una terquedad que está llevando el luto por todos los rincones de Brasil.

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