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El llamamiento de Putin a la movilización obligatoria de 300 mil reservistas ha tenido un efecto inmediato en la población: están en guerra. La guerra ha llegado a Rusia.

No se trataba de una operación puntual contra Ucrania que pretendía recuperar el Donbas, como decían las autoridades, sino una guerra en toda regla. Ya no cabe por tanto continuar con la vida habitual, acudir al trabajo, enviar a los niños al colegio, disfrutar de las actividades de ocio cultura y deportes o trasladarse con normalidad de una ciudad a otra. Guerra, palabra maldita que sin embargo ya ha pronunciado, con todas las letras, y ha sonado como un aldabonazo. De momento, 300 mil rusos tendrán que acudir, obligatoriamente, al campo de batalla.

Hasta ahora se producían algunas manifestaciones de forma puntual no multitudinarias, aunque más de diez mil participantes han sido detenidos, así como los periodistas que de forma directa o indirecta han contado los hechos sin disfrazar las circunstancias. Algunas de ellas bochornosas para Rusia, con actuaciones bárbaras contra la población civil, y la huida vergonzante que las autoridades militares consideraban una retirada estratégica.

Al mismo tiempo, como ocurre desde hace meses en el mundo entero, empiezan a tomar en serio la amenaza nuclear, que Putin ha mencionado en su alocución a todo el país.

Los rusos han comprendido que están en guerra solo cuando sus hombres y mujeres en edad de alistarse pueden serlo de forma obligatoria. De momento se les ha prohibido abandonar el país, y la mayoría de ellos no han dudado en salir de inmediato hacia Finlandia antes de que puedan ser reclutados. Las colas en las carreteras que conducen a la frontera superan los treinta kilómetros, y se han cancelado multitud de vuelos para impedir que, como los dos primeros días tras el anuncio de Putin, familias completas se dirijan a los aeropuertos para conseguir billete hacia cualquier país.

Hasta ahora, gran parte de los rusos, excepto los activistas que siguen día a día lo que ocurre en Ucrania, así como los familiares de los jóvenes reclutados desde el inicio de la guerra, eran conscientes de la gravedad de la situación. Estos últimos se encontraban casi siempre con la incomprensión de sus vecinos, que no creían lo que les contaban del frente.

Desde el pasado lunes, Rusia ha despertado. Está en guerra. Y empiezan a pensar que Putin les engaña cuando lanza soflamas desde hace semanas diciendo que Ucrania la pierde irremediablemente.

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