Opinión

Apostando por las vocaciones

Vocación es una palabra manida por el tiempo y un sueño que muy pocos pueden alcanzar: el poder realizar algo en la vida con vocación o vivir entregados en donde estemos con verdadera y auténtica vocación. Nada irrealizable para el que la palabra fe le dice algo en su vida, porque entonces el que dice algo, o mucho, o todo, es el que siempre nos llama a seguirle y a participar de su vida.

Por tanto, toda persona debería plantearse la vocación y vivir como verdadero vocacionado. Esta es la clave, desde mi experiencia como Delegado episcopal de vocaciones durante nueve años: poner a los jóvenes ante Jesucristo y que experimenten que Él está vivo, es verdadero y nunca defrauda, y que el amor que Él nos regala es capaz de transformarlo todo, hasta el corazón más oscuro. Y en ese ambiente es muy posible que germine la vocación sacerdotal o consagrada.

En esta etapa nueva de la historia zarandeada por tantos cambios, y en la Iglesia también no podemos seguir con viejas estructuras, sino es el tiempo de salir a todas las periferias, el tiempo de arriesgarse y llamar, interpelar, dar la cara por Jesucristo y llevarlo sin prejuicios y sin miedos al corazón de los más jóvenes. Quizás nos sentimos urgidos por tantas cosas y por tantas prisas, que nos hemos olvidado del Corazón que nos hace latir de nuevo y encender el fuego de su llamada en los más posibles. Quizás nos dejamos llevar fácilmente por la derrota o por la pastoral de la depresión por la que tantas veces somos ganados.

Es el tiempo de apostar de nuevo de forma vigorosa por las vocaciones a la vida sacerdotal o consagrada; no como algo relegado o secundario en la Iglesia, o quién sabe, algo que incluso nos parece que ya es un poco imposible proponer en estos tiempos que corren; sino como algo que está en la raíz y en el Corazón de la propia Iglesia. Se necesitan nuevos misioneros y misioneras de la llamada, que incansablemente sigan lanzando las redes de la misericordia, las mismas que un día mandó lanzar Jesucristo a los apóstoles.

Es posible, es realizable, hay muchos jóvenes que buscan ser felices, que siguen buscando a Dios y aún sin saberlo preguntándole qué quiere de ellos.

Este curso, después de años de acompañamiento espiritual, han dado el paso a entrar en nuestro Seminario Mayor de Ourense varios jóvenes fantásticos, llenos de vida y con un deseo fuerte de entregarse a Jesucristo y a la Iglesia para ser sacerdotes en un futuro próximo. Todos ellos lo “tenían todo en el mundo”, estudios superiores, trabajo, etc… Entonces, ¿qué ha pasado en sus vidas?; ¿acaso alguien les ha lavado el cerebro para cometer semejante locura a los ojos de este mundo? Simplemente han sido lo suficientemente valientes para abrir su corazón a Dios que ha entrado en sus vidas y fiándose en su misericordia han tenido la heroicidad de decirle sin miedo. "Sí, me entrego".

Es por todo ello por lo que la Iglesia pide la oración y la ayuda para estos jóvenes que ha elegido su vocación; en la certeza de que nunca les va a faltar la ayuda de quien les ha llamado y quiere que sean felices.

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