Opinión

Ciudadanos más o menos

Una nueva manera de hacer política fue voceada tanto por los partidos que llegaban por la izquierda como por los que irrumpían por derecha o buscaban sitio en un supuesto centro. La regeneración democrática se instaló en los discursos de los líderes impetuosos por “asaltar” las instituciones como la campaña publicitaria del cambio de temporada en unos grandes almacenes, las líneas rojas para acabar con la corrupción y un sistema de castas se convirtieron en tendencia, pero llegó el momento de repartir el poder y la ética que debería conducir cualquier comportamiento se quedó en un eslogan. 

La posibilidad de tocar poder ejerce una seducción irresistible. Por un cargo, aunque en algunos casos se consiga gracias al juego de sillas de los pactos en vez de a la representatividad real que conceden las urnas, se cambia el discurso y se entablan amistades impensables según los escuchado antes de conocerse el resultado de las elecciones. A los acuerdos, ya sean con Vox, PSOE, PP, nacionalistas o independentistas, porque la carta es amplia, se les cocina una explicación que le pueda colar al ciudadano sin que cante demasiado que se incumple lo prometido. Así de perfecta e imperfecta, de buena y de mala, de elástica, es la democracia. Permite gobernar a la lista más votada o a la coalición que sume más escaños. Las reglas son claras y señalan los límites del juego político, pero cuando adoctrinas con una cosa aquí mientras haces otra allá te acaban descubriendo la trampa o la intención. 

Predicar la regeneración política y sentarse a negociar poniendo por delante un puesto con sueldo para aquel o para aquella que no tienen ni para gastos, despeja cualquier duda sobre la solidez de los principios políticos. No se puede con 9 concejales electos (y encima divididos) de 876 que se eligieron en la provincia marcar el rumbo de 315.000 personas. Con un puñado de votos no se puede decir que el partido o la persona más votada no está legitimado para gobernar. Pero la cara de Ciudadanos puede ser de cemento. En Madrid intentan disfrazar las negociaciones con Vox, en Xinzo no hay problema para compartir equilibrios y acordar con nacionalistas por rencillas y vendettas de barrio e ínfulas de grandeza. La combinación es alarmante: mercadeo, venganza y ansias de poder. ¿Qué predican? ¿Regeneración o degeneración? ¿Vale todo aquí? Vale hasta que donde la democracia lo permita, que ya es un escenario amplio, pero esos recién llegados que preguntan qué hay de lo mío, que no pretendan impartir doctrina ni marcar líneas rojas, porque si hay una línea roja es la que los votantes les han puesto a ellos y esa es la primera que se saltan.

Rivera ha sido nadador. Sus discípulos nadan y guardan la ropa o simplemente intentan no ahogarse en el naufragio ocurrido en lugares como, por ejemplo y sin ir más lejos, Galicia.

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