Opinión

LA DOBLE MORAL DE FEIJÓO Y SUS ILEGALIDADES

La doble moral observada por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, alcanza cada día niveles más alarmantes. La ciudadanía gallega asiste estupefacta a la escalada de acciones protagonizadas por el jefe del Ejecutivo gallego, incompatibles con la ética y las mínimas reglas exigibles en el juego democrático. Una semana sí y otra también, la Junta Electoral afea su conducta o la de sus conselleiros por presidir, participar o colarse en actos oficiales a los que se imprime marcado tinte electoral. Y ya van siete, cuando todavía faltan dos semanas para la cita electoral, lo cual quiere decir que Núñez Feijóo y su gobierno están en campaña desde hace tiempo. Es lo que se llama jugar con cartas marcadas.


Sabíamos que unas semanas atrás Núñez Feijóo viajó a Suramérica para hacer campaña electoral entre la colonia gallega en Buenos Aires y Montevideo; lo que no sabíamos, y ahora conocemos, es que en la capital argentina utilizó un Mercedes proporcionado por el embajador de España en ese país ?que hizo de anfitrión-, cuyos costes se sufragan con dinero público, para sus desplazamientos privados. Igualmente, que el traslado de Buenos Aires a Montevideo lo hizo acompañado de su séquito, en el que figuraban la directora xeral de Comunicación, Mar Sánchez, y el secretario xeral de Emigración, Santiago Camba, entre otros, a bordo de un avión privado, propiedad del acaudalado empresario de origen lucense José Benito López Carballedo, dueño de importantes negocios en Argentina y en España. En sus desplazamientos por suelo bonaerense, viajó acompañado del embajador de España en Argentina, a bordo del coche oficial de este último, cuyo coste se paga con dinero público, y que fue utilizado en un viaje de partido, privado, de carácter electoral.


En febrero de 2009, en plena precampaña de las elecciones que le llevaron a San Caetano, saltó a algunos medios una foto del entonces vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, en el yate del constructor Jacinto Rey, instantánea que pertenecía al verano anterior, oportunamente rescatada en favor del candidato del PPdeG a la Xunta, autoinvestido como adalid de la honestidad, la austeridad y la eficacia. Como la ocasión la pintan calva, Feijóo saltó a la palestra como un rayo para proclamar la indignidad de la acción del líder nacionalista, criticando sus malas compañías, el citado Jacinto Rey. Asimismo, reclamó del presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, la destitución fulminante de su vicepresidente, al tiempo que enfatizaba que la foto merecía una explicación, e ironizaba con que entre político y empresario 'hubo contactos por mar y no sé si por tierra', para sentenciar que 'no se deben mezclar política y negocios'. Después vino el paripé de los Audi, el despacho de Touriño y las sillas de una sala de trabajo en San Caetano, que los ciudadanos ya saben que se trató de episodios que sirvieron para una tomadura de pelo colectiva.


Pues bien, aquí estamos y somos todo oídos. La receta de entonces vale para ahora y ya está tardando la explicación sobre los pormenores del viaje de ida y vuelta entre Buenos Aires y Montevideo, a qué se debe la generosidad del propietario del avión y qué relación hay en este caso entre política y negocios. La realidad demuestra que aquella tan cacareada austeridad sólo era discurso electoralista sin el mínimo soporte ético ni compromiso personal. Alberto el Austero gasta pasta por doquier, aunque, eso sí, repartida estratégicamente entre amigos y leales. Cuando se trata de aflojar dinero para apuntalar su fachada de gestor eficiente que se ha construido con cartón piedra, derrocha sin ton ni son. Veánse por ejemplo los 120 millones de euros anuales del erario inyectados a la TVG para tener una tele que lo saque guapo; o los más de 20 millones que utiliza discrecionalmente, a modo de zanahoria, directamente a dedo o con concursos montados con agencias, así como otros más de diez millones a las productoras de medios privados a través de la TVG, para amigarse con los elegidos.


¿Dónde quedan aquellas lecciones de moralidad cuando de analizar su gestión en la Xunta se trata? A estas alturas, nada sabemos de la famosa auditoría realizada por la consultora KPMG, que costó ¡un millón de euros! y que avalaba la viabilidad de la fusión de las cajas gallegas. Vistos los acontecimientos, es un hecho que su contenido fue realizado para satisfacer a quien lo encargó. Por eso se desconoce lo que pone en realidad y se le niega al Parlamento y a la oposición de forma contumaz. Debe saber la ciudadanía que el coste de ese informe, comparativamente, fue mucho más caro que el encargado por el Gobierno central para analizar la situación de toda la banca española.


Por no hablar de la opacidad de las cuentas públicas y las trampas urdidas para hacerlas cuadrar y esconder el déficit, a base de adelantar el cierre contable al mes de septiembre, falseando así la realidad de las finanzas de la Administración autonómica. Esto no sirve de nada porque falsear los números se topa con la cruda realidad ante un montón de empresas y profesionales que tienen sin cobrar las facturas por servicios prestados a la Xunta desde hace un montón de tiempo. Tretas, por cierto, que se repiten con parecida puesta en escena para hacer desaparecer a los enfermos de las listas de espera, a base de asignarles a niveles de atención con menor gravedad a la real. Hay que anotar aquí que se trata de una práctica especialmente repugnante, pues juega con la salud de miles de personas y sus familias, que ven cómo el sistema sanitario público evade su responsabilidad a la hora de prestarles una atención a la que tienen derecho.


Su conducta no es privativa, sino que se parece como una gota de agua a otra, a lo que hace el Partido Popular en el resto del Estado, donde el doble lenguaje y la doble moral conforman la cotidianeidad. Decir una cosa y hacer otra es el norte de Mariano Rajoy desde que llegó a La Moncloa; discursos de rectitud y honorabilidad, como la gente normal, pero es ampliamente conocido el caso de un amigo que asciende a puestos de alta responsabilidad y generosa retribución cada vez que el político pontevedrés toca poder. Es el mismo que abandonó su despacho en Bankia, casualmente, un tiempito antes de que saltase el escándalo para irse a otro cómodo sillón. Por no hablar del marido de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que se coloca en una multinacional con jornal astronómico; y el de la secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal, especialista en pertenecer a consejos de administración en los que se cobra mucho sin hacer nada, pretendía sumar a los que ya tiene su presencia en el de Red Eléctrica, por el que percibiría 180.000 euros anuales a cambio de la asistencia a doce reuniones. Mientras tanto, brillante como sus compañeros de partido en el doble discurso, De Cospedal se erige en salvadora del país, promoviendo la retiradas de la retribuciones a los parlamentarios elegidos en las urnas.


Eso por arriba. Si miramos hacia abajo y sin ir muy lejos, nos encontramos a la gerente del Complexo Hospitalario de Ourense, Eloína Núñez, casualmente prima del presidente de la Xunta, creando una plaza de jefe de sección en el área de Urgencias que, también casualmente, puede acabar correspondiéndole a su marido. No tiene nada de particular viniendo de donde viene, puesto que la propia compañera de Feijóo fue acomodada en su día en la oficina parlamentaria del PP, al pairo de Soraya Sáez, y posteriormente en el gabinete de prensa de la Secretaría de Estado de Presupuestos, que dirige la que fue conselleira de Facenda de esta Xunta, Marta Fernández Currás. Lo dicho: austeridad, honestidad y coherencia. n

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