Opinión

El pacto de la servilleta

La Confederación Empresarial de Ourense (CEO) vive momentos cruciales para enfocar un futuro que, por las vísperas, no presagia nada nuevo. El día 6 de junio se celebran elecciones para formar nuevo equipo de gobierno y definir las líneas estratégicas para el futuro. A este proceso electoral se llega por el triste fallecimiento de su último presidente, José Manuel Pérez Canal, el noviembre pasado. Desde entonces los gestores de la CEO han vivido más pendientes de cómo saciar sus ansias de poder que de poner a la confederación al servicio de los empresarios de la provincia. Pérez Canal fue, efectivamente, un presidente con un activo importante, pero también un hombre de empresa. En la primera línea directiva de Aceites Abril, una de las empresas referentes de Ourense, sabía cada minuto de cada día cómo afrontar el vértigo de las decisiones empresariales. Sus antecesores también eran profundos conocedores de la dinámica socioeconómica de la provincia y de sus empresas. Ahora, lo que se vislumbra por el horizonte, carece de ese perfil. 

En primer lugar lo más sonrojante es contemplar como el pacto que aúpa a una candidata a presidir la CEO, Marisol Nóvoa, se escribe sobre un papel lleno de enmiendas y tachaduras, una de ellas sobre el nombre precisamente de José Manuel Pérez Canal. Es lo que ya se conoce como el pacto de la servilleta, un conjunto de líneas escritas a seis manos para repartirse puestos. Promueven esa lista dos personas que durante las últimas semanas mantuvieron varios encuentros con empresarios a los que no explicaron qué querían hacer con la futura CEO sino qué puesto les correspondía. Se trata de Alejandro Cruz y Elías Mera, que primero se veían como candidatos a presidente y luego se apartaron de ese camino. Ambos tratan de recuperar parcelas de notoriedad que abandonaron en San Cibrao o Barreiros después de haber dimitido de sus respectivas asociaciones. 

Ha trascendido también la posibilidad que se presente otra candidatura que sitúa al frente al presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios, Lois Babarro. Su juventud es uno de sus activos y sus ganas de darle un cambio a la CEO puede ser un atractivo. Pero este paso puede ser fallido si su propósito no se sustenta en un conocimiento profundo de las particularidades empresariales y la idiosincrasia ourensana. No se puede llegar a presidir una institución solo con voluntarismo y con aseados propósitos de mejorarla. Hace falta mucho rigor en los propósitos.

La CEO, en fin, no puede seguir exigiendo a partidos políticos o sindicatos (por poner dos ejemplos) que no antepongan sus intereses a los generales y a cada paso evidenciar que persiguen solo poder y notoriedad. En ese escenario corre el riesgo de que algunos aspirantes quieran llegar muy alto a una institución que se puede ver abocada a seguir cuesta abajo. El sentido común siempre ha sido un camino a seguir y por esa senda no se va con viejos lobos de mar que se presentan como caudillos para salvar la CEO ni con la llegada de otras opciones que pueden ser insuficientemente sólidas. Pero, desde luego, no se va a ningún lado con un programa de gobierno para la CEO que cabe en una servilleta en la que solo hay reparto de migajas. Y ojo a la mínima burocracia interna: no puede estar al servicio de ninguna candidatura. 

La CEO necesita dotarse de unos estatutos más acordes con un sistema democrático moderno, y no unos obsoletos y con filtros como los actuales, además de unas fórmulas de elección más apropiadas para el siglo XXI.

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