Opinión

"Soy el alcalde d'Orense"

En una crisis, los vecinos piden a los alcaldes lo mismo que en un partido los futboleros a un árbitro: gestión y capacidad para resolver problemas sin postureos vacíos. Con esta regla, de esta pandemia hay regidores que saldrán reforzados. Jácome también: nadie rivaliza con él como máquina de titulares. La gestión, recuerden, es en otra ventanilla. Nada nuevo en su mandato, pero todavía mejor. Y desde el principio: mientras Almeida pedía a los madrileños que se quedasen en casa, él le decía a los ourensanos que se iba a Madrid riéndose del coronavirus. Mientras que sus colegas buscan fórmulas para amortiguar el chaparrón, él se entretiene poniendo “trampas” para sus "haters", anunciando como alcalde antiguas promesas de viejos candidatos electorales o preguntándose si no serían más acertadas las medidas de EEUU contra el coronavirus –está claro que el tiempo le ha dado la razón–. Ayer mismo, de él solo se supo a través de un tuit, en el que prometió una rotonda y un túnel. Justo lo que los ourensanos estaban esperando ahora mismo. 

La pandemia no ha cortado el formidable ritmo de su mandato. Ningún alcalde encadena tantos picos de audiencia como él. El último lo obtuvo, según explicó él mismo tras felicitarse por tener a 100 personas viendo el pleno de una ciudad de más de 100.000, en el pleno de presupuestos del jueves. Para ello le bastó con vetar a los medios y convertir a su televisión en el canal institucional. Jugada redonda. Otra más para un tipo que ha conseguido ampliar lo de los cinco minutos de gloria warholianos y  traducirlo en una filosofía de gestión, en la que no caben contradicciones –para ello habría que tener principios–. Así puede seguir engordando ese álbum de fotos de 'Gonzalo alcalde'  –entre las últimas, un posado con 50 mascarillas y otro con dos congeladores donados a Cáritas- tras ridiculizar a su predecesor por hacerse selfis, o continuar vejando a ourensanos tras decir en su investidura que gobernaría para todos. En ese colectivo, al parecer, no estaban los agentes culturales a los que no cansa de increpar, por obra u omisión. O los centenares de vecinos que se atreven a criticarle en sus redes y que son vetados o insultados. Por algo es el sheriff, como repite cada vez con mayor frecuencia –"soy el alcalde d'Orense, no soy un ciudadano normal", remachó en el pleno del jueves–, en un tic que los maliciosos críticos enmarcan en la búsqueda de una autoridad que nunca tuvo. Alcalde, usted ni caso.

Te puede interesar