Opinión

Felipe VI esquiva el jaque al Rey

Cualquiera diría que es una partida de ajedrez con Felipe VI a un lado del tablero y al otro, una extraña coalición entre el populismo de izquierda, independentistas y hasta el rey emérito Juan Carlos I. 

Han sido dos semanas muy complejas para la Casa Real, sobre todo por la nueva regularización fiscal de don Juan Carlos, que nada asegura que pueda ser la última. Lo de la vacunación de las infantas en Dubái es inoportuno y ruidoso mediaticamente, pero menor: allí se vacuna cualquier turista, como los cubanos reclaman visitantes ofreciéndoles su vacuna “Soberana 02”. De ahí a divisar un “horizonte republicano”, como dijo el “guionista” Pablo Iglesias, que oficialmente es vicepresidente del Gobierno, parece precipitado.

El viernes 5 se jugó una partida muy importante en el tablero de la factoría Seat de Martorell, en Barcelona. La noticia industrial más importante para Cataluña en las últimas décadas: el anuncio de construcción de una fábrica de baterías para lanzar la segunda ola del coche eléctrico. Una iniciativa referente en Europa. Allí estuvo Felipe VI, arropado por el Gobierno, con Pedro Sánchez y su ministra de Industria, junto con los grandes empresarios. (La fábrica es una coalición entre el Estado, Volkswagen, Iberdrola y ahora se suman CaixaBank y Telefónica). Cualquier autonomía con despoblación, ansiosa por recibir inversiones, o un país como Chequia, anhelarían ese proyecto. Pero incomprensiblemente faltó la Generalitat. Pere Aragonés, su presidente, estaba ocupado negociando el limitar funciones a la policía autonómica por exigencias de los antisistema de la CUP. Entretanto, se captaba una foto del mayor de los Mossos, el rehabilitado Trapero, cuadrándose ante el rey. 

Era la noticia económica catalana más importante de los últimos años, muy positiva, enviada al mundo tras los altercados continuos que llevaron al líder de los empresarios, Sanchez Lliure, a declarar hace unos días que “Barcelona no puede ser la capital mundial del fuego”. Dramático titular; pero no menos patética la ausencia de la Generalitat. Están a otra cosa: en lo identitario y en la búsqueda de la República soñada. La economía y la sociedad van a la cola.

Los empresarios catalanes han dicho “Ya basta. Centrémonos en la recuperación”. En un acto sin precedentes, rechazan la violencia y recriminan a sus políticos que no gobiernen. “Llevan cinco años de retraso porque se sentaron plácidamente a esperar por si lo del procés les aportaba un mejor régimen fiscal y ahora comprueban el fiasco”, afirma una empresaria del sector comunicativo en Barcelona. Falta mucho aún porque en La Vanguardia, el prestigiado columnista Antoni Puigverd, sentencia: “Las clases medias catalanas besan las piedras que rompen los escaparates”.

España está confusa: la pandemia no acaba de superarse; la crisis económica asociada hace estragos; no se renueva el Consejo del Poder Judicial porque el PP veta el nombre del magistrado de la sentencia Gürtel por la que cayó Rajoy; las discrepancias en la coalición gubernamental inquietan; unos cuantos partidos se alían para pedir que Felipe VI comparezca en el Congreso porque sus hermanas se vacunaron en Dubái, asunto de Estado, como se ve...

Todo confuso pero, en privado, un alto cargo de Moncloa, aunque admite que lo de aguantar a Podemos es agotador, tranquiliza así : “Los socialistas gobernamos”. Y podría añadirse al diagnóstico de la estabilidad: y Felipe VI esquiva el jaque al rey. Por ahora.

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