Opinión

Insurgentes catalanes

Montserrat Venturós, alcaldesa de Berga, Barcelona, detenida brevemente por no acudir a varias citaciones judiciales, ha iniciado la desobediencia a las leyes españolas que prometía su partido, el antisistema, asambleario, anarquista y separatista CUP, Candidatura d'Unitat Popular, al que prometen añadirse los demás independentistas.

Venturórs se negó a retirar en jornadas electorales una bandera estelada del balcón del ayuntamiento, de 16.500 habitantes, y fue citada para declarar por desobediencia.

Su fugaz detención no fue por la bandera, sino por evadir al juez.

Los militantes de la CUP, aunque también de la ERC, ruidosos por toda Cataluña y creciendo, recuerdan a los anarquistas de principios del siglo XX, aunque de momento no cometen atentados como aquellos.

Pero añaden elementos inexistentes entonces: una alianza con esa derecha a la que la que antes le ponían bombas.

Además, han adoptado de la actual burguesía catalano-separatista el desprecio hacia el resto de los españoles, a los que presentan como vagos e incompetentes.

Ese complejo de superioridad del catalanismo intolerante comenzó con la pérdida de las últimas colonias españolas hace más de un siglo, exigiéndole rescates al resto de España por los numerosos monopolios comerciales perdidos: aseguraban que ellos eran más trabajadores y productivos que los demás.

Recordaban su presencia en el Mediterráneo, que había sido al mar del gran comercio y la civilización occidental, y que su experiencia milenaria había enriquecido el imperio español.

El Estado ayudó a que el territorio se mantuviera así hasta hoy, concediendo prebendas económicas a su burguesía.

Pero ahora parte del proletariado, mucho charnego, hijo de inmigrantes del resto de España, ha adoptado ese complejo de superioridad y exige su separación del resto del país.

La II República detuvo a Companys, presidente de la Generalidad, cuando declaró la independencia.

Te puede interesar