Opinión

La hora de Tabarnia

La advertencia de que cualquier zona anglohablante del francófono Quebec se quedaría en Canadá si lo deseaban sus habitantes asustó tanto al independentismo francófono que suspendió su reclamación de autodeterminación como hace el separatismo catalán. Quebec quedaría como un queso gruyère, con agujeros que seguirían siendo parte de Canadá, lo que demuestra que es una falacia hablar de un “pueblo” en lugar de una ciudadanía; viniéndonos a España, no hay pueblos catalán, gallego o vasco. Al separatismo catalán puede pasarle como al quebequés con Tabarnia, territorio de habitantes mayoritariamente constitucionalistas inventado para ridiculizar al separatismo creándole otro separatismo en Cataluña.

El independentismo se quedarían sin la franja costera de Tarragona (Ta) y Barcelona (barnia) separadas de una hipotética Cataluña independiente; Tabarnia sería otra Comunidad Autónoma española. El pueblo catalán se acabó cuando dejaron de existir las endogamias tribales; sólo hay unos ciudadanos de diferentes intereses y orígenes hilvanados con afinidades más o menos intensas protegidas por sus derechos individuales. Uno de tales derechos, heredados tras una larga historia de guerras y paces, es el de que nadie los separe de un conjunto mayor al que pertenecen y con el que se identifican; en el caso de los tabarneses, con la variopinta España.

España es distintas Cataluñas, Andalucías o Castillas, cuya afinidad entre sus habitantes es superior a la que tienen, por ejemplo, con portugueses o franceses. España plural pero cohesionada: pese a su cercanía cultural y geográfica, los gallegos cuando marchan buscando trabajo se sienten más cómodos en Madrid que en Lisboa; y antes del nacionalismo preferían Barcelona.

España existe gracias a una larga historia común, y los pobladores de cualquier territorio incluidos Cataluña y/o Tabarnia, se intercambian fácilmente, mucho más que desde la propia España a otro país.

Te puede interesar