En España se informa con satisfacción y complacencia sobre el avance de las caravanas de centroamericanos por México hacia EE.UU., justificándolas porque sus entre 6.000 y 10.000 componentes huyen de la terrible degradación de sus países.
Uno de los aspectos que más se resalta es la solidaridad de los mexicanos y la que mantienen sus componentes entre ellos, enfrentándose a un bronco Donald Trump que amenaza con cerrarles con su ejército los 3.169 kilómetros de frontera.
Los migrantes –en camino-- van a que los explote el capitalismo, pudiendo haber marchado hacia el socialismo del siglo XXI envidiado por Podemos: desde Tegucigalpa, Honduras, base de la caravana principal, hay hasta Managua, en la socialista Nicaragua, 376 kilómetros por carretera.
O a Caracas, Venezuela, 2.270 kilómetros en línea recta, a mucho menos que la frontera de la codiciada California, Tijuana- San Diego, a 3.652.
Extraña la solidaridad mexicana: con excepción de este caso, rechaza sistemáticamente a inmigrantes centroamericanos. Estas caravanas transitan porque van hacia EE.UU.; ya se verá qué ocurre si no consiguen entrar.
Entre tanto llegan a España diariamente más africanos en menos de un mes que la suma de componentes de las caravanas hacia EE.UU. Casi todos salen de Marruecos, a entre 13 y 220 kilómetros por mar de la Península.
En muchos países de África las condiciones de vida son peores que las de Centroamérica, y gracias a que Marruecos actúa de tapón, no llegan avalanchas no de miles de africanos, como ahora, sino de cientos de miles o millones.
Ni España ni Europa pueden absorber las caravanas de africanos que podrían formarse en pocos días, mientras que el pleno empleo estadounidense puede acoger como inmigrantes, incluso necesitar, a los menos de 10.000 marchantes hacia su frontera.
