Opinión

Nazillones antisemitas

Esos revolucionarios franceses conocidos como “chalecos amarillos”, protagonistas desde el otoño notables revueltas por toda Francia, por fin pueden ser identificados con un nombre: los “nazillons”, neologismo que puede adaptarse perfectamente al español como nazillones. Son ultraizquierdistas, pero también algunos ultraderechistas, que sin declararse nazis están cerca de esa ideología, al menos en su antisemitismo. No dicen públicamente que odian a los judíos por su sangre, cultura  y origen ancestrales, como los nazis originales, individuos engendrados por un complejo de inferioridad ante el éxito de sus ideas, creatividad y laboriosidad que enriquecieron Occidente y que lo iluminaron desde Spinoza, en el siglo XVII.

Los nazillones sufren el mismo complejo de inferioridad que los nazis, pero los atacan usando argumentos “progresistas” amparados en el conflicto de Israel con los palestinos.

Los “chalecos amarillos”, que siguen acosando al gobierno francés y que parecían un movimiento popular contra el cambio de los paradigmas económicos de la mundialización, por fin se han manifestado como antisemitas porque va a resultar que, de nuevo, los judíos son los culpables de sus males y de los del mundo. Y han elegido este sábado como víctima en París al filósofo Alain Finkielkraut, al que un grupo de ellos acosó a los gritos de “Sucio judío”, “Sionista de mierda”, “Largo a Tel Aviv”.

Lo sorprendente es que Finkielkraut, académico de 69 años, que comenzó a popularizarse con los “Nuevos filósofos” y que podría ser un heredero de Spinoza, defiende el espíritu y la cultura europea basados en el mundo clásico, el judeocristianismo y el liberalismo. Pero le odian, aparte de por ser judío, porque denuncia el totalitarismo, el talibanismo de la  nueva izquierda, que en su antiliberalismo se alía con el islam más reaccionario para destruir las bases de nuestras libertades.

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