Opinión

Pobreza hispanocatalana

La soberbia, la xenofobia antiespañola y el complejo de superioridad del nacionalismo catalán convertido en separatista han despertado al dormido españolismo, que sólo con desperezarse está produciéndole unos terribles daños a quienes lo sacaron del sopor.

Es la reacción inesperada de una fiera que trae consigo el peligro de destruirlo todo, incluyéndose a sí mismo.

Así, tras el falso referéndum de independencia del 1 de octubre se ha recrudecido en el resto de España el boicot a los productos catalanes como castigo sus separatistas, como confiesan los vendedores de fuera de esa región.

Es un contagio viral que se expresa incluso en el fútbol, como este sábado en el nuevo estadio del Atlético de Madrid, inundado de banderas españolas para vengarse del Barça, cuyos aficionados en Barcelona anuncian su separatismo con las esteladas e insultos a todos los símbolos españoles, como si no fueran también suyos.

El independentismo catalán, que aparentemente no llega a la mitad de la población, ha creado un peligroso germen de hostilidad a lo que procede de allí, y que hace víctimas también a los no nacionalistas.

No se distingue entre los separatistas a los que se quiere perjudicar, y los que no lo son, oprimidos por los primeros, allí, y aquí víctimas también de boicots cada día más presentes.

Es una situación que, al margen de los políticos catalanes que lo incendiaron todo y que como todos los felones se librarán de las consecuencias, los españoles, catalanes o no, saldrán enormemente perjudicados del hundimiento productivo catalán.

La caída del PIB supondrá inicialmente la pérdida de unos 8.500 euros de renta per cápita anual de los catalanes; pero también de casi 900 euros de renta a cada español, según los cálculos más optimistas de varios bancos.

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